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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dinamica de paz

LO QUE durante años ha distinguido al del Ulster de otros conflictos ha sido la convicción generalizada de que no tenía salida. La tregua del IRA, no ha eliminado el nudo de intereses legítimos pero opuestos que determinan esa situación, pero sí ha movilizado energías que hacen verosímil, por primera vez en décadas, un futuro de paz. La primera manifestación de esa dinámica ha sido el anuncio de que el Reino Unido recorta el número de patrullas y controles militares en el Ulster. Londres insiste en que es una medida puramente técnica del mando militar in situ, pero la prensa internacional la interpreta como reducción de la presencia militar británica. Si esto no se produce, será Major quien asuma el riesgo de defraudar las expectativas. En eso consiste la dinámica de paz: en obligar a las partes a ir más allá de lo que preveían.Sin embargo, sería aventurado deducir que la violencia ha obtenido una victoria en la medida en que ha obligado a ceder al Reino Unido. Ya en 1971, Londres había aceptado el principio de la reunificación de Irlanda si así lo decidía la mayoría de la población norirlandesa. De hecho, en 1973 se celebró un referéndum, cuyo resultado fue abrumadoramente favorable al mantenimiento del statú quo (592.000 votos sobre 600.000 emitidos), si bien con una abstención del 40%. Al Reino Unido, la guerra civil larvada del Ulster le cuesta 200.000 millones de pesetas al año. Según una encuesta de 1993, sólo el 17% de la población de Gran Bretaña apoya la presencia militar en el Ulster.

Durante años, el republicanismo, mayoritariamente católico, ha considerado que la unificación era un derecho incuestionable, no sometible a escrutinio electoral. El IRA ha matado a mansalva en nombre de ese principio. La Constitución de la República de

Irlanda también lo proclama. El pasado martes, el líder del Sinn Fein, Adams; el primer ministro de Irlanda, Reynolds, y el dirigente del primer partido católico de Irlanda del Norte, el moderado Hume, firmaron un documento en el que reiteran su compromiso con "los métodos pacíficos y democráticos" y declaran que "no podemos resolver [nuestros] problemas sin la participación y acuerdo de los unionistas (mayoritariamente protestantes)". Ahora es lan Paisley, el líder unionista radical, quien exige un plebiscito y garantías de que sin éste no se modificará el statu quo.

Considerar el problema de Irlanda del Norte como el residuo de una cuestión colonial es en parte correcto. Sólo en parte. La presencia británica -escocesa sobre todo- se remonta al siglo XIII, aunque se intensificó en el XVII. El propio Reynolds declaró en diciembre pasado que "el hecho de que la partición de Irlanda nos fuera impuesta en 1920 no significa que sea correcto ahora establecer a la fuerza la unidad de la isla". A la población de su país el Ulster preocupa, pero no arrebata. Según una encuesta de 1993 publicada por el Irish Independent el 97% de los irlandeses del Sur quiere la paz, pero sólo el 30% desea la unificación de la isla. El Sinn Fein obtuvo en las últimas elecciones en Irlanda del Sur el 1,7% de los votos (en Irlanda del Norte, el 11,4%).

Por ello, el problema del Ulster, aunque forme parte del problema irlandés, es específico de este territorio. Su agravamiento a fines de los años sesenta fue consecuencia de la toma de conciencia de la marginación social de la minoría católica y de la manipulación electoral mediante la creación de circunscripciones que favorecían a la comunidad protestante. La violencia ha sido un sangriento rodeo que no ha resuelto esos problemas. En cierto modo, los ha agravado, sustrayendo recursos y desviando energías.

La posibilidad del fin de la violencia ha vuelto a colocar en primer plano la lucha por los derechos civiles y contra la marginación. El Ulster es, una región industrial en decliye; en 1990, el paro afectaba al 28% de los católicos y al 13% de los protestantes. La promesa norteamericana de inversiones es otro factor de la dinámica depaz. Si ésta se consolida, haría viable la reconciliación de las dos comunidades y procesos de ósmosis hoy improbables (en los ochenta, sólo el 10% de la población vivía en barrios mixtos). Y esa reconciliación es imprescindible para, en una o dos generaciones, plantearse una unificación no traumática de las dos Irlandas.

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