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Entrevista:

A los rusos nos han echado como a perros sarnosos

El general jefe del 140 Ejército ruso, Alexandr Lébed, de 44 años, bien puede convertirse en un futuro presidente de Rusia, y por eso tiene pretendientes hasta en la oposición. Desde su cuartel general en Tiráspol, en Moldavia, Lébed lamenta la baja moral de sus Fuerzas Armadas tras haberse replegado al interior de su país como si las hubieran echado a patadas.

Fornido paracaidista, con un vozarrón que hace temblar a quienes le escuchan, Alexandre Lébed se juega tranquilamente el puesto con opiniones osadas, pero sale reforzado de cada nuevo enfrentamiento con sus superiores. No niega que ambiciona llegar a ser ministro de Defensa y deja la puerta abierta a la posibilidad de en determinadas circunstancias, tomar las riendas del país.La oposición ha tratado, inútilmente, de ganárselo -en la crisis de septiembre de 1993, Alexandr Rutskói le ofreció el puesto de ministro de Defensa de los rebeldes, pero Lébed contestó enviándolo literalmente a la mierda- y ahora hasta algunos reformistas coquetean con él, quizá recordando que en agosto de 1991 fue a proteger con una -decena de tanques la Casa Blanca -aunque después él haya insistido en que sólo cumplía órdenes y los reformistas piensan que puede convertirse en el gendarme del nuevo sistema. Mientras tanto, Lébed espera el desarrollo de los acontecimientos.

Pregunta. ¿Piensa que el Ejército no debe desempeñar un papel político en Rusia?

Respuesta. No es algo que dependa de mí. Al Ejército le obligan. En un país civilizado, el Ejército no tiene nada que hacer en política. Pero eso es en un país normal, que comprende que el Ejército es una institución a la que se debe proteger y financiar. En Rusia, desgraciadamente, todos los problemas se convierten en políticos. La retirada de las tropas es un problema político, la construcción de viviendas para militares, también; cualquier problema que uno tome nos lanza a los brazos de algún político, que además tiene ideas bastante turbias. Por eso, lo quiera yo o no, el Ejército se politiza. No se puede negar este hecho. Y ello porque no se resuelven sus tareas normales y vitales. Decae la preparación combativa, disminuye la capacidad defensiva del Estado, ha cesado -o casi- el abastecimiento de nuevos equipos, no se hacen trabajos experimentales de diseño, es decir, hay una degradación integral.

P. ¿Cómo está la moral del Ejército?

R. Es una pregunta que hay que hacérsela al ministro de Defensa. En general, por supuesto que la moral no es alta. ¡Cómo puede ser de otra forma cuando nos echaron a patadas, como a perros sarnosos, de allá y de allí, y dejamos a masas de militares jubilados: no sabemos qué será de ellos; dejamos todo tirado y lo que sacamos en un 80% no sirve para fines militares! No es para estar contentos ¿no? El Grupo Occidental de Tropas era uno de los más potentes. Sí, llegó la hora de retirarse, pero había que haberse ido con dignidad, con el armamento y la técnica militar.

P. ¿Cuáles son sus relaciones con Grachov y Yeltsin?

R. Borís Yeltsin es presidente del país y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. No tenemos ninguna relación. Somos de categorías totalmente diferentes. En cuanto al ministro de Defensa, depende. La última vez, el 26 de agosto, nos encontramos y hablamos, ahora las considero normales. Hubo un tiempo en que fueron malas, pero creo que actualmente son satisfactorias. No descarto que quizá empeoren de nuevo o que mejoren aún más.

P. Muchos dicen que usted podría ser un buen ministro de Defensa o incluso presidente.

R. No pienso ser presidente. Hace 25 años ingresé en el Ejército, lo quiero y me gustaría permanecer en él. En cuanto a lo segundo, todo soldado debe soñar con llegar a mariscal, todo general debe tener un orgullo de oficial normal y no conformarse con lo que ha logrado.

P. ¿Cómo caracterizaría usted la actual situación en Rusia?

R. Como de crisis. Basta ver el valor del dólar y del rublo. Y no se ve que el rublo deje de caer. Mientras no se detenga este proceso, no se saldrá de la crisis. Las fábricas se paran, el volumen de mercancías no aumenta el saqueo continúa y hay muchos consejeros. Es malo cuando hay muchos consejeros.

P. Usted, ha pintado un penoso cuadro del Ejército sobre él fondo de la crisis económica, ¿no cree que puede llegar el momento en que los militares se vean obligados a tomar el poder?

R. ¡Quién sabe! A todos los jefes, tanto militares como civiles, siempre los han criticado por no tomar medidas. Se puede no hacer nada o se pueden tomar medidas a medias. Todo. dependerá de las circunstancias. Pero en general, en las tradiciones históricas del cuerpo de oficiales rusos no hay golpes militares.

P. Usted combatió en Afganistán. ¿Cree que existe algo común entre los militares afganos?

R. Todos llegamos al mundo diferentes a los demás y nos vamos siendo diferentes. Esto también es válido con respecto a los afganos. Combatieron, les impusieron esa guerra, les obligaron, en una misma trinchera, a resolver un problema común. Pero después cada uno tuvo su propia vida, su propio destino.

P. ¿Pero no cree usted que es sintómatico que de los ocho viceministros de Defensa, cuatro sean afganos?

R. ¿Qué tiene de sintomático? Esa gente tuvo experiencia combativa. Esto es algo que cuesta caro y que hay que compartir, introducir en el Ejército. Deben mandar aquellos que han sido probados en los combates. Entonces darán- órdenes correctas, valorarán correctamente la situación, pues conocen el precio de la vida humana y de la sangre derramada en grandes cantidades. No harán una estupidez y, si la cometen, será una estupidez menor. No hay nada peor que los generales que no han combatido. Son gente terrible.

P.¿Considera que Rusia necesita un hombre fuerte, como, por ejemplo, Pinochet?

R. Considero que ninguna experiencia, por excelente que sea, puede copiarse al pie de la letra.

P. ¿Piensa que el presidente Yeltsin podría permanecer por un segundo plazo en el poder?

R. Yeltsin, además de presidente, es comandante en jefe. Yo mando un Ejército. Con su pregunta usted me empuja a un. terreno en el que me obliga a quebrantar el principio de subordinación si opino sobre el comandante en jefe. Y eso no es correcto.

P. Pero si usted ya lo ha hecho. Opinando sobre diferentes políticos, dijo: "Yeltsin, signo menos; Gaidar, signo menos".

R. Era otro contexto. Me preguntaban sobre la autoridad de diferentes personas. Para mí no es una autoridad. ¿Por qué no lo es? Es cosa mía. Mal que bien, es nuestro primer presidente.

P. Comprendo. Pero incluso Izvestia, que es claramente proyeltsinista, publicó un duro artículo después de la ceremonia de retirada de las tropas rusas. ¿Vio usted esa ceremonia?

R.¿Cuándo dirigió la orquesta?

P. Sí.

R. (Baja la cabeza, la mueve suspirando, la levanta y dice, mostrando una sonrisa salvaje, tras la que se esconde frustración y rabia). Tengo mis comentarios. Pero son intraducibles. Así es que me abstengo de hacerlos.

P. Usted ya ha dicho que no desea ser presidente, pero también reconoce que le escriben proponiéndoselo. Si las circunstancias lo exigen, si son muchos los que se lo piden, ¿estaría dispuesto a examinar esta posibilidad?

R. No sé.Lo he dicho y lo repito: no me gusta tomar decisiones apresuradas sobre situaciones hipotéticas. Cuando se presente la situación, entonces decidiré. Puestos a fantasear... si mi abuela tuviera barba sería mi abuelo.

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