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Tribuna:OPERACIÓN 'FONDOS RESERVADOS' - ROLDÁN, NI VIVO NI MUERTO / 28
Tribuna
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Reencuentro en las cloacas

Las bandejas con restos de desayuno le habían convocado el apetito. Estaba solo en lo que parecía el recibidor de la consulta de un dentista espacial, pero las dos azafatas que se le acercaron bien predispuestas parecían de la misma camada que las conocidas en la cloaca de Cigales.-Estamos para cumplir sus deseos.

-Desayunar... es mi máximo deseo...

-No tiene más que pedir... ¿Continental? ¿Americano?

-No es por ofender los preceptos dietéticos de su teología, pero quisiera mucho cerdo: dos huevos fritos de cerdo, tocino de cerdo, salchichas de cerdo, jamón de cerdo, queso de cerdo...

-¿Café? ¿Zumo de naranja acaso?

-Café de cerdo y zumo de naranja de cerdo con champaña, si puede ser un Roederer Cristal.

Esperaba que se abriera la puerta del salón de juntas donde presumía un duro encuentro entre la obcecada kam¡kaze y sus jefes. Pero antes reaparecieron las azafatas portadoras de un carrito sobre el que se amontonaba el desayuno más tóxico que jamás había tomado en su vida.

-¿Un zumito?

-¿Champaña quizá?

-Fiftie... ftftie, camaradas... Así desayunaba Churchill, aunque él utilizara zumo de naranja y Dom Perignon.

Mediaron la copa con un recién exprimido zumo de naranja y la llenaron con Roederer Cristal abierto por las manos de satén de la muchacha que tenía el culo más bonito, contemplación obligada porque la larga trenza le llegaba hasta donde la cintura deja de serlo. En la valoración del culo estaba Carvalho cuando bebió ansiosamente la copa, y no tuvo tiempo de devolverla a la bandeja porque el escaso mundo que cabía en aquel recibidor dio una vuelta completa y con él su cabeza y su conciencia.

-Bajo la responsabilidad del Mosad.

Creyó oír algún tiempo después, mientras le parecía ir sentado en una butaca de avión y cerca de la cabina Judith asesoraba severamente a un preocupado piloto.

-Estoy solo en bussines class.

Pero Judith le masticaba junto a una oreja: ¡Nunca llegarás a Jerusalén! Estoy solo en bussines class, se dijo, como traspasándose una información satisfactoria, y volvió a perder el conocimiento. De vez en cuando le parecía como si le comprobasen el pulso a alguien que era él. El avión aterrizaría y Carvalho se vio aupado por los brazos de los auxiliares de a bordo que le permitieron bajar la escalerilla sin poner los pies en los escalones, ni pisó el supuesto aeropuerto porque le depositaron delicadamente en el interior de una caja que empezó a moverse y a emitir alarmas de ambulancia. ¿Tan mal estoy? Ni una ventana al exterior para ayudar a orientar a unos ojos que empezaban a recuperar su musculatura. Las ambulancias también llegan a su destino y esta vez pudo bajar por su propio pie para encontrarse en un evidente sótano. Alguna vez había leído que las novelas policíacas deben transcurrir de noche y cuando se llevan al cine todo lo que era día debe volverse noche. Estaba viviendo una novela histórica y apenas había salido de sótanos, subterráneos, cloacas, alcantarillados. Le vino al encuentro una muchacha rubia, poca cosa... se repitió a sí mismopoca cosa, poca cosa, a medida que la iba recordando. Era la que le había disparado a quemarropa a Guijuelo en el bar de Madrid, pero ahora parecía una locuela simpática y azorada.

-No sabe el placer que experimento al poder saludarle, Carvalho. Sígame. Esto está lleno de sorpresitas para usted.

-¿Ha ocurrido algún desastre nuclear en la tierra?

-¿Por qué lo pregunta?

-Llevo horas, días, sin salir de sótanos, subterráneos, cloacas, alcantarillados.

-Leí en un artículo muy científico que en el futuro no podríamos respirar el aire de tan contaminado como estaría. Yo no sé que pasa, pero arriba se ve todo. Hasta fotografían a las reinas en pelotas.

-¿Qué fue de Guijuelo?

-¡Qué fisonomista es usted! ¡Me ha reconocido! No sea malo. Fíjese qué sorpresa le habíamos preparado.

Abrió una puerta de par en par. Biscúter estaba contando afanosamente los billetes de un fajo y P.N.F., a su lado, como un sonriente gran hermano, le advertía de que alguien muy importante acababa de llegar. Biscúter alzó la cabeza y descubrió a Carvalho y su odiosa perseguidora.

-¡Cuidado, jefe, que esta tía es peligrosísima!

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