Los rusos se van
LAS TROPAS rusas se retiraron ayer de Estonia: hasta hace poco, el Kremlin intentó presionar con esa presencia militar para arrancar de los estonios concesiones en el trato a la considerable minoría rusa de ese país, que sigue sometida a un trato discriminatorio en el idioma y en el acceso a la nacionalidad estonia.Por otra parte, Yeltsin está comprometido a terminar el 1 de septiembre la retirada de las tropas rusas de Alemania. Estamos ante un hecho de alcance histórico. Una Alemania sin tropas rusas dibuja una imagen inequívoca del fin de la guerra fría. ¿Podían los rusos quedarse en Estonia y retirarse de Alemania? Hubiese sido una solución absurda. Por fin, el Kremlin ha decidido jugar limpio en este terreno, y por tanto, en esta semana se habrá terminado la presencia militar rusa al occidente de sus fronteras reconocidas intemacionalmente. Rusia será sólo Rusia.
Al menos por el oeste. En las fronteras del sur y del este de Rusia ocurre lo contrario: los rusos refuerzan su presencia militar. En el Cáucaso, los soldados rusos son los que han obligado a Shevardnadze a aceptar una fuerte autonomía para Abjazia y se mantienen en territorio de Georgia. Aunque con otras modalidades, algo parecido ocurre en Azerbaiyán y Armenia. Por otra parte, son las tropas rusas principalmente las que sostienen, a partir de Tayikistán, la guerra con Afganistán.
En Estonia, la retirada se ha hecho sin ningún acto público, casi de tapadillo, pero en Alemania tendrán lugar hoy ceremonias solemnes, con la participación del canciller Kohl y del presidente Yeltsin. Es evidente que, para el primero, en el momento preciso en que comienza la campaña para las elecciones generales de octubre, aparecer como el político alemán que ha logrado que los rusos evacuen la totalidad de sus tropas no es un tema de poca monta. Es cierto que los compromisos habían sido fijados previamente, pero Kohl puede presentarse como responsable de todo el proceso, desde las primeras declaraciones de la Unión Soviética aceptando la unidad de Alemania hasta la retirada de las tropas de estos días.
Más complejos serán los efectos de esta retirada para Yeltsin. No se puede olvidar que la razón de la resistencia rusa a efectuarla ha sido, antes que grandes cuestiones geoestratégicas, la dificultad presupuestaria, la insuficiencia de medios para asegurar la instalación de las tropas repatriadas. Actualmente, la relación de Yeltsin con sus generales, con la excepción quizá de Grachev, el ministro de Defensa, son bastante conflictivas. Quizá el ejemplo que lo pone de relieve de manera más clara es lo ocurrido con el general Alexandr Lebed, jefe del XIV Ejército, establecido en la zona de Moldavia al este del Dniéper. Esas tropas son las que han ayudado a la población rusohablante de esa región a separarse de Moldavia y a mantener una especie de república propia. Después de que el Kremlin hiciese saber que el general Lebed sería destituido, a los 12 días se hizo pública una nota exactamente contraria, diciendo que el XIV Ejército permanecería sin cambios, y que Lebed conservaría su mando.
Otros hechos, como el nombramiento del viceministro de Defensa, cediendo a la presión del ministro Grachev, confirman una posición de debilidad de Yeltsin ante sus mandos militares. Ello es un factor añadido a un clima político viciado, en el cual se destacan nuevas iniciativas, como la que ha anunciado el ex presidente Mijaíl Gorbachov, y las que preparan otros sin decirlo, encaminadas a intentar estructurar una alternativa de poder para el momento en, que Yeltsin pueda ser desplazado.
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