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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Avances palestinos

LAS DELEGACIONES israelí y palestina firmaron ayer en Erez (frontera entre Gaza y el Estado israelí) unos acuerdos cuya importancia no puede ser subestimada. Es cierto que son acuerdos que ya estaban incluidos en el convenio firmado hace un año en Washington por los principales dirigentes, Rabin y Arafat. Peto lo que hoy les otorga un significado especial es que, después de una experiencia corta, pero concreta, de autoadministración de los palestinos en Gaza y en Jericó, el Gobierno de Rabin ha decidido aceptar que se extiendan al conjunto de Cisjordania (un millón de palestinos, aproximadamente) las competencias sobre la casi totalidad de las materias de orden civil.El acuerdo firmado en Erez concede a los palestinos la competencia en educación, sanidad, cultura, turismo, juventud e impuestos directos. Se abre así la puerta a un cambio trascendental: si hasta ahora la autoridad palestina, encabezada por Arafat, tenía su actividad limitada a un territorio muy reducido (Gaza y Jericó), ahora se va a convertir en una verdadera Administración, con poderes en el conjunto de Cisjordania.

¿Por qué ha sido posible este paso adelante? Sin duda, el factor esencial es la capacidad demostrada por los palestinos para administrar su territorio. Las catástrofes que tantas veces habían sido anunciadas para el momento en que se retirasen los soldados israelíes no se han producido. Es verdad que ha habido atentados que en muchos casos han provocado tensiones y momentos delicados. Y el peligro de que tales situaciones se reproduzcan es algo con lo que hay que contar. Pero la policía palestina funciona; los palestinos se sienten mucho más seguros que en el periodo anterior, y en los asentamientos judíos (residuo del pasado que deberá encontrar una solución mediante la evacuación paulatina), la conflictividad tampoco ha alcanzado niveles insoportables.

Por otra parte, la situación presente en que existe ya una autoridad palestina, con un líder de proyección internacional como Arafat, pero con poderes puramente municipales en dos ciudades, sólo puede considerarse transitoria. Y molesta para los propios israelíes. Rabin ha insistido varias veces en la conveniencia de unas elecciones que den un asentamiento democrático a los poderes palestinos. Es una razón más que hace necesario que se extiendan las competencias de los palestinos, como lo estipula el acuerdo firmado ayer.

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Es positivo que el Gobierno israelí haya tomado esa decisión sin discrepancias, en su seno. Habrá, sin duda, una oposición de la derecha en el Parlamento. Pero la realidad misma ayuda a deshacer los prejuicios, que siempre han sido muy fuertes, incluso en el laborismo y en el Gobierno de Rabin, frente a la concesión de la autoadministración a los palestinos. La unanimidad en el Gobierno de Rabin debe interpretarse como señal de que la sociedad israelí empieza a adaptarse a la idea de una Palestina que se gobierna por sí misma, con sus propios dirigentes.

En esta situación, se coloca en un lugar prioritario la necesidad para los europeos de cumplir las ofertas de ayuda económica que han sido hechas a la OLP. La posibilidad para el nuevo Gobierno palestino de asentar su autoridad, de poner coto a los focos de violencia y, concretamente, de empujar al movimiento islamista Hamás, que practica el terrorismo, a situarse en un terreno de oposición política, depende, en una medida decisiva, de que pueda disponer de los fondos indispensables para hacer progresos serios, concretos, que sean percibidos por la población en los terrenos esenciales de la educación, la sanidad y en los otros servicios más indispensables. No se trata sólo de ayudar a una población que tanto ha sufrido, sino de asentar la paz que empezó a forjarse en la mesa de negociación, con el apoyo del mundo entero, y. que ahora tiene que manifestarse sobre el terreno.

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