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Datos personales

Ya se aprestan los madrileños veraneantes a regresar donde solían. Mañana estarán todos en casa, y al llegar se encontrarán el buzón de correos desbordante de papeles: catálogos de lavadoras, mezcladoras, licuadoras, ponedoras y otros electrodomésticos esenciales, como la máquina eléctrica king size para pelar judías, número uno en ventas en el Reino Unido; folletos explicativos de las muchas ventajas que reporta enviar a los chicos a un colegio de Estados Unidos; venta a plazos de. una cubertería y premio de una cadena de sonido por sólo pedir turno; venta a plazos de las 10 mejores novelas del siglo XIX y premio de una bicicleta con timbre por sólo darse a conocer; cita en un hotel para una charla donde el agraciado recibirá gratis un reloj de oro. Y otras ofertas, gangas, regalos, todo ello remitido en sobre, con nombres y apellidos del destinatario, alguna referencia acerca de su situación personal (por ejemplo, si está embarazado), profesional (por ejemplo, si ejerce cargo ejecutivo), social (por ejemplo, si le gusta pasear en barca).Entre la confusión de papeles se encontrarán también con carta del banco, que muchos veraneantes no querrán abrir en ese momento crispado del retorno, pues suele contener la cruda realidad del estado de la cuestión; es decir, el saldo de la cuenta, con un agujero del tamaño del Retiro. "Ojos que no ven, corazón que no siente", dice la sabiduría popular. Pero otros sabios discuten el fundamento de la norma y han hecho lema del aserto contrario: "Ojos que no ven, gabardina que va al tinte". Significa esta moción que antes de apoyarse en una puerta -puede ser sentarse en una silla- conviene mirar bien no vaya a haber un letrero que diga "recién pintado".

La casuística correspondiente a la intención de la frase es extensible, desde luego. Las cartas del banco han de leerse siempre, pues pueden abrigar desagradables sorpresas. Los madrileños que regresan del veraneo tienen en el buzón una misiva de su banco, donde les comunica que en aplicación de la ley 52/92 sobre protección de datos informatizados va a ceder sus datos personales para las actividades legítimas del grupo bancario, salvo que no esté de acuerdo, en cuyo caso -precisa alguna de esas cartas- deberá comunicarlo en el plazo máximo de 15 días.

Las cartas -obsérvese la fina astucia del corresponsal- están fechadas en 1 de agosto, de manera que los madrileños veraneantes ni las han recibido en forma ni pueden cumplir el plazo, y, pues bien que les pese han dado la callada por respuesta, el banco se considerará libre de actuar según anuncia. De tal guisa, los datos personales del imponente (llámanlo también cuentacorrentista) pueden ir a parar sabe Dios dónde, ya que el grupo bancario se compone del banco, sus filiales, sus aseguradoras, sus industrias, sus empresas de servicios, sus acciones en otras sociedades, sus inversiones, sus participaciones en bolsa, y las actividades legítimas consisten en olfatear el dinero y sacarlo de donde lo haya, así sea utilizando los datos íntimos de su propia clientela.

Los datos personales que figuran en un banco pueden componer una vasta biografía, sobre todo si el titular solicitó un crédito, porque hubo de aportar la nómina, las declaraciones de la renta, la situación familiar, datos del cónyuge si no está divorciado, los certificados de matrimonio o de divorcio según cuadre, los avales, los bienes patrimoniales que se aportan en garantía, con sus catastros, registros y escrituras, en las cuales figura detallada la naturaleza del bien, su ubicación y valor, los propietarios que tuvo, las hipotecas, las compraventas... La historia de una vida entera, y de otras vidas, hasta alcanzar la noche de los tiempos, que cruzadas con los restantes datos del ordenador pueden constituir una poderosa arma de control y extorsión de la ciudadanía -al estilo del más siniestro estado policial- si cae en manos irresponsables y no escrupulosamente inocentes.

La ley 52/92, sin embargo, no contempla lo que los bancos dicen en sus cartas. Necesitan la autorización expresa del interesado para cada caso concreto de utilización de sus datos personales, y no valen plazos de ningún tipo, pues el simple silencio equivale a la negativa. De donde cabe deducir que ciertos bancos han pretendido ponerse la ley y los derechos de los ciudadanos por montera. Pero van a tener cumplida respuesta. Quizá una denuncia en el juzgado de guardia, una indemnización por daños y perjuicios, una cesión de los beneficios, porque la gestión será suya pero los datos son nuestros... Servidor les va a responder a vuelta, de correo utilizando la fórmula adecuada a este tipo de correspondencia mercantil, que empieza así: "Muy señor mío: en contestación a su atenta carta de 1 de agosto, que tengo delante y dentro de unos segundos tendré detrás...".

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