Quiero bajarme de este tranvía
Domingo, 14 de agosto, son las siete de la mañana en la hermosa playa de Rincón de la Victoria. Truena la tormenta en los montes de Málaga, empieza a llover; al fondo, a mi izquierda, las nubes descargan en la cuenca del río Vélez, a mi derecha, Málaga se despierta entre el bullicio de su feria y el agua de la tormenta jugando con miles de bombillas.Junto a mí, una mujer cincuentona, con cara de ingenua de luna menguante; un hombre ¿cincuentón y marengo?, desdentado, metido en la mar hasta la cintura; grita, su grito se pierde en las destartaladas orejas de un joven obeso, metido en el mar hasta el cuello; gesticula, con sus muecas indica la inoportuna presencia mía.
Por fin sacan la rudimentaria red del agua: 57 pequeños pececillos, aprovechan tres, el resto, 54 pequeños alfileres con inicios de vida, fallecen en los socavones que las huellas de los bañistas han dejado en la arena. Cada 15 minutos se repite lo que es para mí un crimen.
Me acuerdo de los niños muertos en Yugoslavia, en Ruanda, en cualquier parte del mundo. Recuerdo que arden los bosques de España, observo rotos los arbolitos de los alrededores de la discoteca de Rincón de la Victoria...
Al fondo, en la carreterilla del viejo tren, la mole ocre-gris del cuartel de la Guardia Civil... No quiero vivir en esta sociedad del fin de siglo tan lleno de lodo... Quiero bajarme de este tranvía que conduce a tan
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macabra civilización.- Rincón de la Victoria, Málaga.
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