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Un ataque al corazón de la frágil industria turística marroquí"

El tiroteo registrado ayer en un céntrico hotel de Marraquech, la capital del turismo marroquí, en el que murieron dos súbditos españoles que se encontraban en Marruecos pasando sus vacaciones puede perjudicar la próxima campaña turística de este país magrebí.El atentado se ha producido en los inicios de la temporada turística en Marruecos, que comienza normalmente a finales del verano, llega a su periodo de mayor afluencia de visitantes con el otoño y en determinadas zonas del país suele prolongarse hasta bien entrado el invierno.

No es una simple hipótesis. El turismo es una industria sumamente frágil, que depende en gran medida del clima político y está sometida a cualquier tipo de influencias externas, especialmente las derivadas de la falta de seguridad.

En Marruecos existen antecedentes recientes, como lo recuerdan muy bien los profesionales de Fez, una ciudad a 200 kilómetros al este de Rabat que es uno de los principales destinos del turismo que visita Marruecos y que en diciembre de 1990 vio cómo su industria turística y de ocio quedaba colapsada por un episodio de violencia.

El incidente que provocó el colapso turístico de Fez tuvo como escenario el hotel más lujoso de la ciudad, el Palacio Jamai, que se vio atacado por un grupo de desheredados que saquearon sus dependencias, agredieron a un grupo de huéspedes -la mayoría de los cuales casualmente también eran españoles- y terminaron por prender fuego al local.

El peligro integrista

Pocos meses después del incidente de Fez, la industria turística de Marruecos volvió a sufrir un importante golpe como consecuencia de la guerra del Golfo. El número de visitantes descendió a las cotas más bajas de su historia y Marruecos, al igual que Túnez, su rival en la zona, sufre aún la resaca de esta última convulsión.

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Pero el gran peligro que se cierne sobre la industria turística de Marruecos y de otros países islámicos se llama integrismo. Desde hace tres años, los fundamentalistas islámicos han desencadenado en el norte de África una guerra a muerte contra este tipo de actividades, que consideran una fuente de contaminación ideológica, cultural y política.

Los ataques registrados contra intereses turísticos en los últimos años en Egipto y en Argelia hacen temblar a diario a los industriales de Marruecos, que constatan con impotencia la propagación del fenómeno religioso-político, especialmente en las zonas más turísticas del país, como es el caso del propio Marraquech.

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