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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Recrearse en el cante

Este joven Miguel Poveda se está convirtiendo en el asombro de un sector mayoritario de los aficionados al flamenco. Hacía mucho tiempo que no salía un nuevo valor con esa madurez, esa actitud reflexiva ante el cante, ese dominio expresivo más propio de un viejo que de un casi adolescente.Miguel Poveda canta con un gusto exquisito. Quiere gustar a la audiencia, y lo dice, pero antes que nada canta para gustarse él, que es requisito indispensable para gustar a los demás.

En su cante no caben los gritos desaforados, ni el desmelene gratuito. Pasa por los tonos sin romperlos, como decía Federico García Lorca del gran Silverio, los recorre con una delicadeza, con un entrañamiento que

Las Noches del Conde Duque

Cante: Miguel Poveda. Toque: Julián El Califa. Madrid, Patio Viejo del Conde Duque, 15 de agosto.

Sin trampas, sin recursos de dudosa ley. La verdad de su cante es radical y absoluta, como es siempre la verdad. Y su voz ha ganado flamencura en sólo un ano que media desde aquella su memorable consagración en La Unión. Ha perdido brillo, pero ha ganado un velo que le da profundidad, sabor y saber.

Perfección

En Madrid Miguel Poveda acaba de regalarnos un recital ejemplar. Canta por todos los palos, y por todos al hilo de la perfección. Todo lo que hace tiene su razón de ser, nada sobra ni falta, ningún melisma, ningún matiz son gratuitos.Está en el secreto de dar a cada cante -sean de compás o los llamados libres- su expresión justa y jonda, sin pasarse ni quedarse corto, y esto es muy difícil.

Algunos viejos cantaores lo hacían, de entre aquellos que él ha tomado por modelos (Antonio Mairena, Juan Talega, los Pavón, Manolo Caracol...), pero en la generación de Miguel Poveda es casi un sueño. Y él lo hace. Se aproxima con la misma grandeza a las malagueñas como a la soleá, a los cantes del Levante como a la desconsolada toná, y hasta sus fandangos tienen un valor relevante.

Digamos que contó con un inestimable colaborador en el guitarrista Julián El Califa, siempre atento al cantaor, en un segundo plano voluntariamente escogido para dar mayor sentido y eficacia a su toque.

Estamos, pues, ante un cantaor que en los tiempos actuales nos parece un raro, por su fidelidad al cante del pasado y la autenticidad con que ha sabido asumirlo e imbuirse de él.

Los jóvenes no cantan así. Esperemos que Miguel Poveda no cambie de rumbo, porque este cante debe prevalecer; es el que hizo de nuestro arte algo único y admirable, que conmueve y emociona.

Miguel Poveda está escribiendo ahora una página propia y de gran calidad.

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