Niños aburridos y desesperados
Asisto durante el mes de julio a las clases de inglés que imparte la Universidad de Salamanca. Como somos sólo 18 alumnos, se da una de las condiciones necesarias para poder aprender bien. Todo lo contrario de las clases de cuarto y quinto de educación primaria, de las que he sido profesora de inglés este curso, con 35 alumnos. ¿Se imaginan ustedes una clase con 35 niños de 10 años? Si se hacen grupos, algo muy necesario en la escuela, se produce un jaleo tremendo, porque hay que mover muchas mesas y son demasiados niños hablando. Como falta espacio tienen que estar muy juntos unos de otros, se estorban, se distraen y hablan entre ellos. Tampoco hay tiempo para que hablen o lean uno a uno en la hora de clase, y ya se pueden imaginar, ustedes cómo se puede aprender un idioma sin hablarlo. El profesor no alcanza a resolver todas las dudas y problemas, porque son demasiados alumnos. Los que están sentados atrás no le oyen bien..,. ¿Y cómo motivar al desinteresado si el profesor ha de estar pendiente de mantener el orden? También hay problemas para el profesor: se va poniendo cada vez más nervioso y cansado y no puede enseñar bien. Se siente frustrado ante la incapacidad de mantener el interés y el orden en la clase. Todo esto es suficientemente conocido por los directores de los colegios, los inspectores de la enseñanza y las autoridades educativas. Sin embargo, año tras año se siguen repitiendo las mismas realidades. ¿Por qué no se pone remedio a esta situación? ¿Por qué se permite que tantos niños y maestros sufran durante tantas horas al año, y se aburran y se cansen y se desesperen? Y mientras tanto, hay tantos maestros en paro y presentándose sin esperanza a las oposiciones de la enseñanza.-
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