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Reportaje:

Lecciones para 'rodríguez'

Una muestra de los servicios a domicilio para sobrevivir en casa este verano sin dar golpe

Ana Alfageme

El teléfono acerca voces y, en algunos casos, cigalas, paellas y hasta optalidones. Incluso a través de él se pueden hacer recaditos del tipo que alguien que no sea yo lleve el coche a la dichosa ITV. Son los servicios a domicilio, al alcance de quien haya adosado en su nevera, como recordatorio, un número de teléfono estampado en un impreso. Una vez marcado, en sólo media hora llenará la casa de un denso olor a pato a la naranja. Y sin mover más dedos que los, utilizados para teclear. Son cosas especialmente útiles para urbanitas inmovilizados por una escayola; enfermos: solos, rodríguez o vagos crónicos. Por ejemplo.Algunos de estos telerrestaurantes son copia de la cultura suburbana estadounidense. Es el caso de las pizzas montadas en moto. Media docena de los nombres que más suenan se pueden encontrar en las páginas amarillas. Pizza World, por poner un caso, nació hace nueve anos, según cuenta uno de sus directivos, José Luis, Encinas, y da servicio a todo Madrid y su área metropolitana con 25 tiendas. Para hacerse una idea del volumen de negocio, se puede decir que sólo esta marca vende 2.500 pizzas al día.

Encinas dice que su empresa tiene dos tipos de clientela: los matrimonios jóvenes sin hijos (o con pocos), con estudios y deportistas. Los segundos son casi adolescentes, chavales de entre 15 y 25. años a los que les gusta la pizza y que, de vez en cuando, montan fiestas e invitan y todo al motorista, que alguna vez ha ocurrido.

En verano baja la demanda y se centra en los rodríguez y los estudiantes cateados en junio que están solitos en casa mientras la familia está en la playa. Y alguna llamada de unos cuantos compañeros de oficina. En Pizza World se ufanan de que, en el 95% de los casos, la pizza -la favorita por muchos puntos es la piamontesa- llega en menos de 30 minutos, metidita en una bolsa; la pizza, los botes de bebida y hasta helados.

A los pizzeros se les ve mucho. A quienes no se les nota nada es a los repartidores de las mariscadas de Pronto Marisco, SL, que existe desde hace siete meses: "Vamos en coches camuflados, porque si tenemos que repartir 20 mariscadas de a 5.000 pesetas cada una, nos quitan mucho dinero", comenta Julián Ramírez, a quien se le ocurrió el invento cuando, una vez, volvía de Estados Unidos.La odiosa plancha

Sus clientes son gente de 27 a 35 años, matrimonios que trabajan ambos y que de vez en cuando se quieren dar un gustazo. El marisco se va cociendo a medida que surgen los pedidos, a elegir, mariscada para cuatro personas (gambas, langostinos, pechos, nécoras, cigalas y buey de mar, bígaros ...) por 5.000 pesetas o para dos (3.500), regado con vino blanco o clarete que también anuncia la propaganda.

Ramírez asegura que su servicio crea auténticos adictos; 91 de cada 100 de los que llaman la primera vez repiten. Y que casi la mitad de los usuarios ha repetido ya cinco meses.

Otros clásicos de la entrega a domicilio, tan numerosos casi como los restaurantes, son chinos con servicio a domicilio. Un ejemplo es el Chino Veloz, regentado por el señor Chao, que ofrece 42 platos distintos desde hace tres años y que tiene una cobertura relativa. En este caso, el barrio de Salamanca, la Guindalera, el Parque de las Avenidas y Retiro. Los superventas son las costillas asadas y el arroz frito tres delicias.

En la batalla del sector también están los de Telefrío. No quiere decir que llamen a la puerta con su helado favorito. La firma, que opera desde hace medio año, tiene 184 productos congelados a elegir, y, por supuesto, helados. "Todo el mundo tiene prisa", comenta Fernando Esama, del departamento de producción de la firma, "y, además, cuando vas a una gran superficie a comprar algo congelado se puede interrumpir la cadena del frío. Aquí se distribuye en camión frigorífico hasta la nevera de los clientes". El sistema se difunde por telemercadotecnia. Si el contactado está interesado, se le envía un catálogo. Los clientes -hombres y mujeres que trabajan, con poco tiempo- pueden ser de todo Madrid y de alguna localidad del extrarradio, como Pozuelo, Aravaca o Getafe.

Lo más popular son los pescados y verduras congelados. Pero hay precocinados, postres y helados. No hay un pedido mínimo (una coliflor vale poco más de 300 pesetas).

Un grupo de amigos de Burgos se animaron a principios de marzo a importar a Madrid una delicia castellana: el cordero lechal asado en horno de leña de encina. Y, desde entonces, unos 20 cuartos de lechal (a 2.950 pesetas, para dos personas) viajan en moto por las calles del norte de la capital.Entre todos los servicios que ha podido contactar este periódico está Telepaella, que tiene una experiencia de un año y algunos meses, según cuenta Esther, una de las empleadas. Uno puede invitar a comer una paella mixta a media docena de amigos por 5.300 pesetas, que es lo más caro. Incluso echarse el farol con la novia con una paella de mariscos mediana por 2.925 pesetas. Telepaella pasea por Madrid 1.400 paellas al mes (medio centenar al día, paella arriba, paella abajo) y sirve, como otros servicios, ensaladas., vinos, refrescos y helados.Raciones castizasLa versión más castiza de todos estos servicios es la de Bocata y Olé, nacidos en octubre pasado y con tres sedes en Madrid (Goya, Iglesia y Fernando VI). Ofrecen por lo menos 15 bocadillos en barritas finas de pan a un precio medio de 350 pesetas. No sirven á- casa si el pedido mínimo no llega a las 1.500 pesetas -resulta apropiado, pues, para una reunión- y sólo cubren el área periférica de sus sedes porque tienen un solo motorista por tienda. Los bocadillos más célebres, dice Filiberto, el encargado, son el campesino (bacon, queso caliente, y tomate) y el español (tortilla española con pimientos). Por la parte del Olé, hay 15 raciones de lo más castizo, jamón ibérico, pulpo o mejillones... Pero de bocadillos venden 200 al día. Sólo queda relajarse, marcar el teléfono y tratar de no ensuciar el sofá.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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