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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Varsovia mártir

HACE CINCUENTA años Varsovia escribía una de las páginas más gloriosas y heroicas de la Segunda Guerra Mundial: unos 50.000 combatientes, que habían logrado organizarse en la clandestinidad, se sublevaron contra los nazis con la idea de establecer en la capital un poder auténticamente polaco. Sólo tenían una capacidad de resistencia limitada ante los alemanes. Sabían que, en su mayoría, iban a morir. Fue más un gesto para la historia que una operación militar. Fue, ante todo, un acto de dignidad nacional.El ejército soviético estaba ya en la orilla oriental del Vístula. Podrían haber ayudado a los insurrectos y haber evitado la matanza que provocaron los alemanes entre la población de Varsovia. Pero Stalin, con su abominable cinismo, dejó que los polacos fuesen aplastados por los alemanes. Así dificultaba que el Gobierno polaco de Londres volviera a Varsovia y daba realce al Comité de Lublín, creado por los soviéticos. Y también respondía al reto que suponía para él, paradójicamente, el levantamiento contra sus enemigos. Los nazis estaban ya en retirada y su derrota era cuestión de tiempo. Pero los polacos querían ser protagonistas de su propia liberación para defender su soberanía, la mera existencia de Polonia.

El 500 aniversario del levantamiento de Varsovia se produce en un clima felizmente muy distinto, como otros muchos actos en ciudades europeas con ocasión de las etapas finales de la Segunda Guerra Mundial. Francia, en su deseo de afianzar la amistad con Alemania, ha tenido la valiente iniciativa de invitar a tropas alemanas (con las belgas y españolas) a desfilar por los Campos Elíseos. En Varsovia, la conmemoración parecía más complicada. Sin embargo, la presencia del presidente de la República Alemana, Roman Herzog, y sobre todo su discurso, en el que ha pedido perdón por los crímenes alemanes en la guerra contra Polonia, adquieren un significado político importante.

En un momento en que despuntan por doquier brotes nacionalistas, es una contribución valiosa para impulsar una política de amistad y acercamiento entre. Alemania y Polonia. Que tal política logre cuajar, aparcando residuos de antiguos enconos, es esencial para que se vaya tejiendo el entendimiento entre Europa occidental, con sus instituciones ya forjadas, y una Europa oriental muy deseosa de incorpotarse a un proceso que abarque al conjunto de Europa.

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Y la renuncia de Borís Yeltsin a asistir a los actos del aniversario del levantamiento de Varsovia tiene su explicación. Al margen de sus ideas personales, los condicionantes políticos en Rusia, con un peso considerable y creciente del nacionalismo, hacían muy dificil a Yeltsin pedir perdón por la odiosa conducta de Stalin para con Polonia. Incluso en corrientes anticomunistas del nacionalismo, perdura cierta admiración por algunas actitudes de Stalin, sobre todo cuando -como en el caso de la siempre hostil Polonia- servían para engrandecer la influencia de Rusia en Europa. En esas condiciones, la presencia de Yeltsin en Varsovia no sólo hubiese evocado más recuerdos terribles. Le habría podido crear unas dificultades políticas en casa que Yeltsin necesita evitar.

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