Discriminación
En la madrugada del pasado 24 de junio estuve con unos amigos en uno de tantos bares de salsa, situado en una calle cercana a la de Fuencarral. A la 1.15 salí del bar con uno de ellos, dominicano y negro.Se acercó a nosotros un policía municipal y nos pidió la documentación. Sólo hasta aquí todo fue normal.
Lo sorprendente vino cuando el policía me preguntó: "¿Se puede saber qué haces tú con éste?". Y mi respuesta: "¿Por qué, por que es dominicano o porque es negro?". Respuesta del policía municipal -que cumple un servicio público y que pagamos todos-: "No es porque sea dominicano. Es porque es negro, y él sabe muy bien lo que digo". Encima nos espetó: "Y esto no es racismo". Después nos hizo un buen interrogatorio, para acabar concluyendo que "los negros son todos traficantes de droga". Mi amigo protestó, pero yo le insté a que nos fuéramos. Veía ante mí un hombre armado y maleducado, y me fui sin hacer lo que hubiera debido: denunciarle.
Sólo quisiera pedir a los responsables de nuestra policía que les adiestren en algo igual de importante que saber detener a un traficante: en el respeto a los derechos humanos, en la no discriminación, en las mínimas reglas de educación... Porque el servicio público que deben cumplir es para todos los que habitan la ciudad, no únicamente para los españoles de raza blanca.
Lo que nos sucedió el otro día y la manera de tratar el policía a mi amigo es algo intolerable, y desde aquí ruego, a quien corresponda, que la sentencia de la desdichada Lucrecia no sea un hipócrita intento de lavar la conciencia racista de algunos que tienen en sus manos cualquier tipo de poder.-
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