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Reportaje:

El autobús de la huerta

Miles de murcianos viajaron a Madrid para pedir agua al Gobierno

Francisco Peregil

La intención de los 2.000 agricultores murcianos que salieron de su provincia a las cuatro de la madrugada para llegar ayer a Madrid seis horas más tarde era que el Gobierno los tuviera en cuenta ayer -porque el Consejo de Ministros debía aprobar la cesión desde el Tajo de 55 hectómetros cúbicos-, hoy -porque la lucha continúa- y todos los días que vengan hasta que se apruebe el plan hidrológico."La gente de España tiene que enterarse", decía el diputado de IU en la Asamblea regional de Murcia José Luis Martínez, "de que en esta región no viven los típicos agricultores ricachones a los que todo les da igual". Hay muchos, según Martínez, que sólo disponen de unos cuantos frutales para seguir malviviendo. Y los están viendo perecer.

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Los autobuses avanzaban anoche lentamente, y en el interior, entre ronquidos y murmullos, algunos dejaban claro que no pretendían quitarle el agua de beber a los manchegos, tal como habían intoxicado algunos políticos, sino hacer uso de algo por lo que pagan los murcianos como contribuyentes: una cantidad de agua que no necesitarán en La Mancha, dicen, ni aunque continúen dos años dilapilándola como hasta ahora.

A las dos horas de viaje comenzaron a charlar algunos regantes sobre sus paranoias más enfermizas. Un comerciante que viajaba a Madrid para apoyar a los agricultores se atrevió a comentar una sospecha que ronda desde hace tiempo las mentes de cientos de campesinos. ¿Por qué no llueve en Murcia desde hace más de dos años? ¿Por qué, eh? Pues está claro: porque hay compañías de seguros que temen las lluvias de granizo, y entonces, cuando ven las nubes, contratan un reactor pintado de plata que rompe las nubes. Así evitan que la gente cobre el seguro". La ansiedad de lluvia ha creado tal desazón entre los agricultores que ninguno en el autobús se tomaba la cuestión a broma. Alguno alegó que ni siquiera se habían visto nubes de esas que amenazan lluvia.

Enseguida se desvió el debate hacia la injusticia a la que, según los agricultores, los somete José Bono, presidente de Castilla-La Mancha. "Lo que tendremos que hacer es cobrar 5.000 pesetas a los que vengan a bañarse a la Manga, así sabrán que el agua es de todos", comentaba alguno entre risas.

Y las risas llegaron también en un receso cuando un anciano se empeñó en que alguien lo agarrara de sus cabellos blancos y lo elevara en vilo. Decía que sus canas aguantarían eso y más. El viejo no descansó hasta que un muchacho lo enganchó con las dos manos desde los escalones del autobús. El cabello, se le escurría de los dedos al forzudo y el anciano se mostraba tan campante debajo de aquellas tenazas, sin muestra de dolor. Pero la gente no andaba para bromas. Siguieron charlando hasta Madrid de los frutales muertos que dejaban atrás, los pantanos secos, el río Segura, que pasa ahora por Murcia sin agua, como una cicatriz que el tiempo no sana; hablando de hectáreas, de pan y de agua, de máquinas carísimas para endulzar el agua salada... Hablaron mucho y casi siempre serios, aun a sabiendas de que el Gobierno podría concederles varias decenas de hectómetros cúbicos.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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