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Agua y retrete, por fin

28 'chabolistas' de Lavapiés son realojados en una corrala rehabilitada

"¡Agua corriente en casa!". La exclamación de sorpresa no procede de los anales de la villa. Quien así se asombra es Pilar Iglesias, una mujer de 63 años, con seis hijos, que ha vivido durante casi tres décadas en una corrala de la calle del Amparo, 21, en el barrio de Lavapiés, con el agua en grifos colectivos, un retrete para cada cuatro familias y una vivienda de menos de veinte metros cuadrados ventilada a través de la puerta.Ayer, ella fue una de las primeras vecinas en recibir la llave de su nueva casa: un edificio comprado y rehabilitado por la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV) en Tribulete, 11, y Provisiones, 12.

A partir del mes de agosto será uno de los 28 inquilinos de este bloque totalmente restaurado. La mayoría procede del edificio de Amparo. El resto proviene de otros inmuebles ruinosos de la zona. Muchos son de renta antigua.

La casucha que Pilar abandonará dentro de unos días forma parte de esos 4,889 pisos de Lavapiés con menos de treinta metros cuadrados, mal ventilados y, en muchos casos, carentes de los servicios higiénicos elementales.

Fuera de convenio

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Todos estos inmuebles, que llevan a los urbanistas a hablar de la "tugurización" de la zona y de "chabolisino vertical", han quedado fuera del convenio de rehabilitación del Centro firmado por el Ayuntamiento, la Comunidad y el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT).

Pilar y sus convecinos están contentos de abandonar la corrala que han visto deteriorarse día a día. "Ésto no es vivir como personas", asegura tajante María Ramo, de 55 años. "A estas alturas del siglo parece mentira tener que lavar la ropa a mano por falta de agua corriente, pero así llevamos desde hace años, y luego, si guisas algo, como no hay salida de humos, tienes que mantener la puerta de la casa abierta" añade.

' Eso sí, los alquileres no tienen nada que ver con el actual mercado inmobiliario. Algunos pagaban 100 pesetas mensuales, otros 2.000, hasta un tope de unas 7.000 pesetas. Pero nadie arreglaba la casa. Al final, el Ayuntamiento compró la finca a sus anteriores propietarios y se comprometió a realojar a sus habitantes.

La historia de su futura casa de Tribulete es similar. Un edificio del siglo pasado, con huecos ínfimos, sin servicios y con rentas antiguas. También fue comprada por el municipio, que llevó a otros pisos públicos de alquiler a sus arrendatarios. Ahora, dos de ellos van a regresar a su antiguo bloque. En él, los alquileres rondarán de las 2.000 a las 19.000 pesetas, según los ingresos de cada cual.

Ayer, en la entrega de llaves a los vecinos estuvo la plana mayor del área de urbanismo y vivienda municipal, incluido el alcalde, José María Álvarez del Manzano. También se encontraban presentes varios representantes vecinales habituales siempre que se da algún caso de desalojo de inquilinos de edificios en ruina. "Este trabajo que se ha hecho aquí en Tribulete está muy bien", comentaban. Pero en una carpeta llevaban unos informes de los que no se separan, aquellos que hablan de 86 fincas del distrito de Centro sobre los que pesa alguna amenaza de ruina.

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