El presidente de Brasil condecora a los campeones
Una eufórica muchedumbre se volcó a las calles para recibir en triunfo a la selección brasileña de fútbol, que desembarcó ayer en el aeropuerto internacional de Recife, trayendo en sus maletas la Copa del Mundo. La multitud pareció delirar en el aeropuerto cuando el capitán titular de Ja selección, Ricardo Rocha, alzó la copa, mientras a su lado el pequeño Romario levantaba sobre su cabeza una enorme bandera brasileña.Después de recorrer lentamente un camino de 18 kilómetros por las calles de Recife los campeones del mundo viajaron a Brasilia, donde recibieron el homenaje del presidente Itamar Franco, quien los condecoró con la cruz y la medalla al mérito deportivo.Anoche se esperaba a la delegación en Río de Janeiro, donde los campeones del mundo saludarían a la multitud desde un vehículo abierto del cuerpo de bomberos, que recorrería la extensa rambla que une el aeropuerto internacional del Galeao con la aristocrática playa de Sáo Conrado.
En medio de la euforia por la conquista de la Copa del Mundo, los brasileños parecen haber olvidado ya la patética final disputada el domingo ante Italia, y la victoria lograda a duras penas por penaltis. El resultado obtenido en Estados Unidos se vive aquí como un triunfo de la fría eficiencia del balompié resultado y el entierro del fútbol-espectáculo, cuya belleza conquistó el mundo.El capitán Dunga comentó que la conquista del campeonato del mundo "ha de servir para que la gente aprecie mejor el fútbol competitivo, que gana títulos". Dunga, uno de los héroes de la jornada, comentó que le "parece mentira que todavía haya gente en Brasil que habla del fútbol-espectáculo, una cosa del pasado".
Romario, en cambio, aseguró al llegar que "la copa habría sido más fácil si Brasil hubiera jugado con tres delanteros en lugar de dos".
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