Una matanza jamás esclarecida
Hace dos años y cuatro meses, el 17 de marzo de 1992, a las 14.50 de la tarde, la explosión de un coche bomba demolía las cuatro plantas del edificio que ocupaba la sede de la Embajada de Israel en Buenos Aires. En el segundo aniversario del atentado, el entonces embajador de Israel en Argentina, Itzhak Shefi, admitía que a pesar de la cifra oficial, que fijó en 28 el número de muertos a causa del atentado, no había forma de confirmar el número de muertos y heridos porque entre los obreros que trabajaban en las obras de remodelación había muchos de origen boliviano, llevados por los contratistas, y la mayoría de ellos eran ilegales. "Todavía hoy", decía Shefi, "hay bolsas con restos humanos no identificados en el depósito de cadáveres de Buenos Aires. Yo calculo que, en total, murieron unas 40 personas".
Muchos de los muertos de entonces fueron velados en la sede de lo que hasta ayer era la AMIA, la Asociación Mutual Israelita Argentina. Ese edificio sirvió también para instalar provisionalmente algunos de los despachos de la Embajada. En un edificio contiguo, también destruido por la explosión del coche bomba, se seguían las investigaciones sobre los documentos que probaban la llegada y residencia en Argentina de jefes nazis refugiados tras la derrota de Alemania en la II Guerra Mundial.
El Gobierno argentino cerró la investigación del atentado a la Embajada en diciembre del año pasado sin encontrar a ninguno de sus responsables ni a quienes colaboraron con ellos. Todo lo que ha podido saberse es que el ataque fue realizado con una camioneta cargada de explosivos, supuestamente igual que el de ayer.
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