La fe italiana
Cada vez que se elimina a un equipo se trunca una historia y se reconstruye otra. Todo el campeonato será interpretado desde su final y, en esa definitiva grabación, Italia aparecerá como una mezcla de la astucia y el ahorro. Si se trata de buscar un equipo burgués este es el italiano. Una burguesía de la Emilia Romagna, calculadora y sagaz, al día en tecnología y curtida en el negocio. Sacchi es un tipo de esta clase. Apretado de cerebro, atenazado a sus ideas. La belleza del esfuerzo búlgaro, sus hermosas borracheras, no han bastado para quebrar el sopesado estilo boloñés compuesto de ciencia y de leyes. Mientras los búlgaros jugaron confiando en sí mismos los italianos lo fiaron a un estudio de biblioteca. Escuchado desde afuera un estadio suena, por momentos, como una concentrada biblioteca. El Giants Stadium lo pareció en los últimos 20 minutos desde que Baggio abandonó, entre una lluvia de aleluyas, el terreno. Luego explotó con un estruendo que sólo los argentinos y los italianos son capaces de conseguir en el fútbol. Acaso por esa explosión han merecido más que España llegar hasta este partido.Como italoamericanos, centenares de seguidores encendieron barbacoas en los aparcamientos. Como americanos legítimos se llevaron balones de reglamento para entrenarse antes del silbato del árbitro. Todo el campo fue italiano desde tres horas antes. En la autopista de Nueva York a Meadowsland se formó una caravana de banderas tricolores y todas las comparsas y zarabandas eran italianas.
La historia que habría podido deducirse de un fracaso de Baggio y su troupe habría sido escrita con el sudor de aquellos conversos que acudieron en manadas. Y el porte de los muchos que se visten con la camiseta azul y el nombre del ídolo habría quedado transformado en una visión grotesca. Ahora en cambio se les ve a todos radiantes en el centro de su fe.
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