_
_
_
_
_
MUNDIAL 94

Italia vive del pie de Baggio

Los italianos llegan a la final con cinco minutos vibrantes de juego e inspiración

Santiago Segurola

El pie derecho de Robertino está caliente. Es el alma misteriosa del fútbol. Baggio paseaba por el Mundial cubierto por una sábana, con el crédito en números rojos, y de repente despertó. Primero administró su excelencia con la avaricia de un contable. Aparecía para decidir en el último minuto, cuando los cronistas italianos ya tenían preparada la esquela del bambino. Sin duda, su puntería le produjo un efecto efervescente, el típico viaje del letargo a la euforia. Y ahora Roberto Baggio está crecido, en la onda que se supone a los futbolistas especiales. Tiene el pie caliente y la ambición en cada jugada. Con los búlgaros no tuvo piedad. Dejó el partido medio resuelto en la primera parte, con dos goles llenos de sutileza y precisión, los dos por el segundo palo, como dice el mandamiento. Luego volvió a la nevera. Italia, que celebra como ningún país las proezas de sus héroes, se siente feliz. Robertino ha conducido a su equipo a la final.Cinco minutos vibrantes de los italianos descosieron el partido, que empezó de mala manera. En un lado había orden, presión, achiques y mucha pizarra. En el otro, estaba la banda de Stoichkov, un equipo admirable en muchos aspectos que pagó un doble peaje en el primer tiempo. Se sintió intimidado por la trascendencia del encuentro y por la sofisticada defensa de los italianos. El choque de estilos no produjo nada relevante hasta el minuto 20. Los dos equipos huían de la pelota como de la peste, sin encontrar dos pases seguidos. En la calamidad sacaba más rendimiento Italia, que al menos aprovechaba el orden de sus líneas y el imponente trabajo defensivo de Albertino y Dino Baggio para dirigir el partido.

Más información
Bulgaria se enredó
La fe italiana

El encuentro no prometía nada bueno. La superioridad táctica de los italianos dejaba poca huella y algunas preguntas. Cabía interrogarse por la presencia de Berti, un futbolista desastroso, o Casiraghi, un muchachote inglés con la epidermis italiana. Los búlgaros también tenían mucha escoria, sobre todo en el centro de la defensa. Baggio lo explicó mejor que nadie. Agarró a Hubtchev e Ivanov en los dos goles y les pintó la cara. En el primero, enganchó la pelota al borde del área, amagó y se fue de Ivanov y luego sacó un tiro venenoso que entró juntó al palo izquierdo. Fue la primera jugada luminosa en medio del pedregal del juego.

El segundo gol fue una regalo de Houbtchev, que habilitó a Baggio tras un pase de cuchara de Albertini. Baggio no falló. El tanto puso fin a cinco minutos excepcionales de Italia, los mejores que ha dejado en la Copa del Mundo. Esos cinco minutos dieron la victoria a Italia. Luego volvió la normalidad.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_