Casi vacaciones
Los búlgaros han venido entrenando en el campus de Princeton en cuyas aulas han enseñado Albert Einstein y otros ocho premios Nobel más. En medio de esta compleja sabiduría universitaria, los jugadores búlgaros tratan el fútbol con una comunicación elemental. Lo toman como un juego, lo juegan como una pasión, lo ganan como una apuesta. El rigor de la ciencia no se Incluye en sus comportamientos. El equipo, supuestamente concentrado en el hotel The Scanticon, a ocho kilómetros de la ciudad, da la sensación de estar disfrutando más unas vacaciones del Club Mediterranée que viviendo las tensiones de un Mundial de Fútbol. Se levantan sin hora fija, deambulan, duermen la siesta hasta las cuatro y media.A diferencia de sus rivales italianos, que han llevado la severidad al extremo y habitan solos en el aislado hotel de Martinsville, los búlgaros conviven con otros huéspedes, sé bañan con ellos y sus hijos en la piscina, se acomodan en la barra del bar, se abandonan en tertulias con, los periodistas. Nadie les impide hacer esto o aquello, la mayoría del equipo fuma. Se han traído los cartones de tabaco desde Bulgaria y no encuentran razón para abstenerse puesto que, según confiesan, llevan fumando desde los 11 o 12 años y no se notan nada. Más bien se encuentran de muy buen humor. Se encuentran en la semifinal. Han ganado a Argentina y Alemania -cinco copas del mundo seguidas entre las dos selecciones- en 10 días y se creen capaces de llegar a la final. Cuando observaron una disciplina comunista las cosas no les fueron mejor. Nunca ganaron un partido en sus cinco comparecencias anteriores. El portero, Mihailov, y el delantero, Sirakov, supervivientes del Mundial de México, recuerdan las ordenanzas paramilitares que reinaban dentro de la expedición, y explican la relajación actual como una consecuencia del aumento de libertades en su país. La Bulgsarski Futbolen Soius ha querido cambiar el estilo de la federación y ha permitido no sólo a los directivos, sino a entrenador y jugadores, viajar con sus novias o esposas. También la esposa de Stoichkov está allí, y resulta ser una calumnia de la prensa alemana que el jugador viajara con una rubia despampanante a la que le pagaba un estipendio.
En medio de esta felicidad el entrenador, Dimitar Penev, es la única figura inquietante. Más de la mitad no le habla y varios no le dirigen la vista.
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