_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ciudad vacía

Julio Llamazares

Una de las imágenes más inquietantes que Madrid puede ofrecernos -aparte de la Gran Vía de noche y de los pasadizos subterráneos de Colón- es la visión de la ciudad vacía; ese paisaje del día después con que a veces nos golpea de manera inesperada las retinas.Esto puede ocurrir en dos momentos distintos: en verano (un domingo de agosto a las cuatro de la tarde, por ejemplo) y cuando televisan el fútbol. Me refiero a un partido de esos que paralizan el mundo.

En cualquiera de los casos, la sensación es la misma: una desolación inmensa, una zozobra tan grande que a veces llega a producir escalofríos. De repente, uno se asoma a la calle, da un par de vueltas a la manzana, se acerca a cualquier esquina y se da cuenta, sobrecogido, de que es el único que está vivo en la ciudad, al menos a simple vista. Lo normal, en esos casos, es que regresa a casa despavorido.

La desolación de Madrid cualquier domingo de agosto la ha descrito muy bien Juan José Millás en este mismo periódico recordando un paseo suyo a las cuatro de la tarde por la calle de María de Molina. Decía Millás, con su peculiar estilo, que era lo más parecido que él había visto al desierto y que incluso había llegado a sufrir un espejismo: ver a su propio doble caminando en dirección contraria y cruzarse en un. semáforo como dos desconocidos.

La desolación de Madrid durante un partido de fútbol es, sin embargo, distinta. Uno se asoma ala calle y la ve completamente vacía, pero sabe que detrás, de las ventanas hay millones de personas mirando el mismo partido. Se lo indican los resplandores de los televisores tras los visillos y las exclamaciones de frustración o alegría que cada poco rompen el silencio de la noche y retumban en las calles al unísono. Y, sobre todo, sabe qué, en cuanto el partido acabe, todas esas personas invisibles saltarán de sus madrigueras y recorrerán la ciudad cantando y dando gritos de alegría, si han ganado, o en silencio, si, han perdido.

Este verano, en Madrid se han juntado el calor y el fútbol. Yo pensaba, y así traté de contarlo en una de mis novelas, que la visión más sobrecogedora que podía ver era la de una aldea deshabitada. Rectifico: la visión más sobrecogedora que puede haber es la de una ciudad vacía.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_