Primera y única página
La súbita muerte de Kim Il Sung cierra la primera y única página de la historia de Corea del Norte en un momento de suma trascendencia política. El hombre que ha llevado con puño de hierro la República Democrática Popular desde su fundación, en 1948, ha muerto en vísperas del encuentro con su enemigo del Sur. La primera cumbre entre los presidentes de la dividida península coreana, Kim II Sung y Kim Young Sam, estaba prevista para el próximo día 25. Ahora, el Kim del Norte está muerto y la incógnita de lo que hubiera supuesto esa cumbre queda borrada por el tremendo interrogante que supone la pérdida del llamado Gran Líder.Desaparecido lósif Stalin, el gran valedor de Kim II Sung y Mao Zedong, el vecino que no, dudó en apoyarle en la contienda desatada por Corea del Norte contra el demonio capitalista del Sur y su aliado EE UU, a comienzos de los años cincuenta, el Gran Líder se había quedado solo. "China y Corea del Norte siguen manteniendo muy buenas relaciones, pero el culto a la personalidad que mantiene el régimen de Pyongyang nos hace recordar a nosotros los duros tiempos de la gran revolución cultural [1966-1976] e impide un mejor entendimiento entre los dos Gobiernos", afirmaba el mes pasado un diplomático chino.
El aislamiento y el secretismo que rodean al régimen norcoreano, cuya única cabeza visible era Kim II Sung, hacen muy difícil predecir cuál será el rumbo que tomará Kim Jong II, el sucesor de la única dinastía comunista que ha conocido el mundo.
No existe oposición conocida. No hay militares, ni políticos, ni burócratas que destaquen. No hay nombre a quien referirse más allá de Kim II Sung. El Gran Líder formó una masa de súbditos compacta y sumisa y sólo cuando sintió que podían flaquearle las fuerzas elevó a los altares a su hijo como único heredero de su obra.
"Lo único que está claro es que la situación de Corea del Norte no seguirá como está", aseguraba hace unas semanas en Seúl el diputado del gobernante Partido Liberal Democrático, Kang Sam Jae.
Cientos de intelectuales, militares, economistas y políticos surcoreanos se dedican desde hace años a analizar todos los escenarios posibles tras la muerte del presidente norcoreano o la caída de su régimen.
Lo primero que ha declarado la delegación norcoreana que se encuentra en Ginebra para iniciar la tercera ronda de negociaciones con EE UU es que la situación en su país es de "absoluta normalidad". Con ello ha querido dar al traste con lo vaticinado por muchos observadores de que la desaparición del Gran Líder sumiría al país en la inestabilidad. Pero el que los norcoreanos, en este momento de dolor, permanezcan unidos no quiere decir que el inevitable cambio que la muerte de un dictador supone no esté ya cociéndose en la oscura olla del régimen, de Pyongyang.
Precisamente en las negociaciones de Ginebra, ahora suspendidas, Pyongyang buscaba un mayor reconocimiento internacional y una apertura de vías comerciales que permitieran al país salir de la fuerte crisis económica por la que atraviesa y que ha colocado a buena parte de la población al borde del hambre. Estados Unidos, a su vez, quería asegurarse que el régimen norcoreano dejase de jugar la baza de si tiene o no capacidad nuclear bélica y obligarle, a cambio de ciertas prebendas, a seguir las reglas del juego internacional, que no permiten a los parias del mundo amenazar con botones nucleares.
Tanto Washington como Seúl han expresado sus condolencias y su deseo de que puedan reanudarse las negociaciones bilaterales. Tal vez el espeso velo que cubre la política norcoreana que daría definitivamente rasgado si Kim Jong II asumiera también el último reto de su padre y mantuviera la cumbre con Kim Young Sam.
"Sabemos que Kim Jong Il se ha rodeado de un equipo de tecnócratas, pero también que su posición es vulnerable porque ha fracasado en la única gran misión que ha tenido hasta ahora, sacar al país de la crisis económica", asegura Kil Jeong Woo, investigador del surcoreano Instituto para la Reunificación Nacional.
Tanto los norcoreanos como los surcoreanos están convencidos de que el país ha de reunificarse antes o después, porque la decisión les fue impuesta desde fuera por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial, EE UU y la URSS. Y Seúl veía en Kim Il Sung el principal obstáculo para esa reunificación.
Convertida en uno de los dragones asiáticos, Corea del Sur ha experimentado en la última década un crecimiento económico que permite a sus habitantes aventurar que sus familiares y vecinos del Norte vivirían mejor bajo su política capitalista. La situación económica de Corea del Norte es tan mala qué a Kim Jong II parece no quedarle otra solución que acercarse al Sur para buscar una salida a la crisis.
Li Han Ku, director del Instituto de Investigación Económica de Dae Woo -uno de los cinco grandes conglomerados surcoreanos-, señala que una unión amistosa permitiría dar un fuerte impulso a la economía norcoreana e incluso acelerar el ritmo de crecimiento del Sur, situado actualmente en un 7% anual.
Rodeada por dos gigantes territoriales y políticos, como China y Rusia, y otro económico, como Japón, la mayoría de los coreanos considera que la reunificación es casi un deber.
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