"Una mujer maravillosa"
Conchita Martínez conquista a Sampras en la cena de celebración de Wimbledon
No hubo baile, apenas música. Sólo las notas de fondo de un arpa. Y cuando terminaron los discursos, las palmas por sevillanas de sus más allegados. Conchita Martínez, la flamante campeona de Wimbledon, se cogió del brazo del estadounidense Pete Sampras, que repitió título en categoría masculina pero no fue para bailar como había supuesto, sino para ser inmortalizados por una nube de fotógrafos y cámaras de televisión. Entre el protocolo y los. flashes transcurrió, la noche del domingo, la tradicional cena de gala en la que el All England Tennis Club agasaja a los vencedores del torneo de Wimbledon. Fue en el hotel Savoy de Londres, en una sala de estilo victoriano. Sampras llegó, de esmoquin gris oscuro y pajarita a juego, acompañado por su novia, Delaine. Lo hizo minutos antes que Conchita, que entró en el hotel a las 21.30, con el vestido que finalmente se compró para la ocasión. Un liviano modelo de color negro, escotado y realzado por una gargantilla de perlas.Poco antes de la final masculina, Conchita había dicho no tener preferencias sobre quién fuera su pareja en el hipotético baile, aunque matizó: "Me haría más gracia tener como pareja a Goran Ivanisevic. De cara es más guapo". Pero ganó Sampras. El estadounidense, que ya sabía de qué iba la historia, ayudó a Conchita en algunos detalles. Por ejemplo, la previno de que estaba prohibido fumar hasta que finalizaran los discursos. John Curry, presidente del All England Tennis Club, tras alabar a Conchita, la presentó como nueva socia de honor del elitista club, pero exigió a cambio dos besos que la tenista de 22 años no dudó en darle en medio de una gran ovación, no menor que la que sonó cuando Sampras explicó que tuvo que ceder el puesto a "una mujer maravillosa como Conchita" en la mayoría de las fotos oficiales. Conchita, en su alocución, elogió a su rival en la final, la estadounidense y nueve veces ganadora de Wimbledon, Martina Navratilova, y felicitó a Sampras. La jugadora española, al igual que tras la final que se adjudicó, se mostró muy relajada y serena, como si hubiera leído mil y una veces el poema de Rudyard Kipling inscrito en la puerta principal de Wimbledon y que dice que es necesario tratar la - victoria y la derrota, esos dos usurpadores, con el mismo desapego.
Conchita vivió ayer una jornada totalmente diferente, en las antípodas del protocolo que presidió la cena de los campeones. Llegó a las tres de la tarde al aeropuerto del Prat y fue literalmente arrollada por unos 300 enfervorizados seguidores que fueron a recibirla.
Conchita se sintió muy halagada: "Mi llegada a Barcelona ha sido tan emocionante como el último raquetazo de mi victoria ante Martina. No esperaba este recibimiento. Durante el viaje desde Londres no he dejado de pensar que he hecho algo grande. Este triunfo me da más seguridad en mí misma".
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