Queda el baile
Dramatizar el flamenco, narrar una historia incluso con partes habladas, no es fácil. Son técnicas -el baile, la palabra- que, de alguna manera, difícilmente acaban de encontrar su punto de conjunción. Los versos de Pérez Palacios son hermosos, pero lo que quiere contar se pierde en retazos, el espectador no llega a tener un entendimiento coherente de lo que está contemplando. Es cierto que hay precedentes incluso gloriosos -aquí las referencias a El amor brujo, de Falla, saltan a la vista-, lo que en todo caso sólo sirve para comprender la gran dificultad de empeños como éste.Al final lo que queda es el baile. Danzas motivadas por la historia dramática, o bien singulares, ajenas a ella y que pertenecen simplemente al acervo flamenco y han sido introducidas aquí y allá donde mejor convenía; incluso se hacen con las coplas y las músicas populares de lo jondo.
Herejía de la llama
Autor: Luis Pérez Palacios. Dirección: Antonio Llopis. Coreografía: La Tati. Intérpretes: La Tati y su compañía de flamenco. Teatro de Madrid. 30 de junio.
Amplio repertorio
La Tati tiene oportunidades. para bailar a placer, en un amplio repertorio de estilos que dan una buena medida de su arte. Es bailaora La Tati, sin embargo, que obtiene su máximo brillo cuando goza de plena libertad para hacer sus cosas, a veces tan anárquicas y poco convencionales. Si se la somete a un guión, pierde espontaneidad y frescura, dos de sus virtudes primordiales; sigue dándonos un baile de enorme calidad -eso por descontado-, pero falto de su naturalidad primigenia.La Tati se ha rodeado de un excelente grupo de profesionales. Tres bailaores jóvenes, con prestancia y calidad -Triguero, Rojas y El Pipa-, no sólo la arropan y enmarcan su figura en los temas conjuntos, sino que tienen ocasión para hacer sus bailes personales. Cante excelente el de Jesús El Almendro y Talegón de Córdoba, quienes brillaron también en sus cantes en solitario por aires de Levante. Y un gran trabajo musical dirigido por Manolito Parrilla, con su hermano Bernardo, Ontiveros, Cortina, Heredia, Amaya y Chaboli.
No faltaban los mimbres, pues, para lograr algo verdaderamente importante, que sin embargo se nos queda corto.
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