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El olvido

Enrique Gil Calvo

El pasado domingo 12 de junio, tras votar en nuestro colegio electoral de la calle de Torrijos, de Madrid, nos acercamos hasta el parque del Retiro, por ver el ambiente que se respiraba en la Feria del Libro. Hacía una mañana tan espléndida que inducía al optimismo y, sin embargo, ese mismo día se clausuraba no sólo la Feria, sino una larga etapa de hegemonía socialista, aunque nadie lo diría a juzgar por la muchedumbre que abarrotaba las casetas, fingiendo o demostrando lo que parecía un auténtico interés por la lectura. Pero ya se conocían dos datos ominosos: a pesar de la recuperación, la cifra de ventas era sensiblemente inferior al año anterior, y los libros más vendidos eran francamente conservadores. ¿Cómo no interpretarlo en clave política?Antes se pensaba que el fascismo se quita leyendo. Pero los jóvenes de hoy, a pesar de estar mucho más escolarizados, leen mucho menos que sus predecesores. De ahí su elección posfranquista (ya, que no fascista). La generación que llevó a los socialistas al poder había hecho su educación sentimental y política mediante la lectura. En cambio, los jóvenes que hoy van a llevar al centro-derecha al poder apenas leen, pues se han formado moralmente en las pantallas audiovisuales. En efecto, la lectura transmite la memoria histórica, y permite valorar la democracia en comparación con el pasado dictatorial. Pero la pantalla audiovisual sólo vende moda efímera: pura novedad de inmediata actualidad. Por eso, los consumidores audiovisuales están condenados a olvidar el pasado (y con él la memoria histórica), pues para ellos sólo cuenta la efímera actualidad política del presente más inmediato: la insoportable, y hoy omnipresente, actualidad de la corrupción.

Cuando una joven concejal conservadora afirmó como excusa que ella no vivió la dictadura franquista, sin duda no quiso decir con ello que dudaba de la existencia de los atentados a los derechos humanos, pues probablemente sólo pretendía expresar que no se sentía comprometida por ellos. Y ésta es la actitud de todos los jóvenes actuales, que no vivieron el franquismo ni por tanto se sienten responsables de él, aunque voten a sus descendientes legítimos. Por eso a mí no me gusta llamar franquista o neofranquista al PP, pues prefiero interpretarlo como posfranquista, en el sentido de radicalmente posterior a la dictadura. Pero su posfranquismo también se quitaría leyendo, quizá.

Si no lees y sólo oyes la radio y ves televisión, no existe más que el presente, y el olvido se impone. Aunque lo sepas por los libros de historia, se te olvida lo que fue el franquismo. Pero no sólo el franquismo, sino que también se te olvida la, transición y la voladura controlada que de la UCD hicieron a medias los socialistas y los populares (con el mismo bocadillo de catarsis a la griega que están hoy haciendo con el PSOE sus inquisidores de IU y el PP). Y también se te olvidan los 10 años de Gobierno socialista, con su pacificación de los militares, su consolidación de la democracia y su universalización de los derechos sociales, que han permitido a la sanidad y la escolaridad superar el promedio europeo. Todo se olvida, y te acuerdas sólo de la pesadilla del momento presente: Filesa, Conde, Rubio, Roldán.

Por su propia naturaleza audiovisual, la opinión pública es olvidadiza: no escribe ni lee, por lo que no puede recordar ni grabarse nada en la memoria, pues sólo oye y mira las voces e imágenes del instante actual, que el viento de la historia arrastra en cuanto pasan. Por eso el presente parece tan violento y dramático, como si fuese la única realidad actual: pero se olvida que la actualidad deja de serlo inmediatamente (como las modas que pasan) y sus huellas se borran de la memoria. Pues bien, también la corrupción, actual se olvidará, sus huellas se borrarán y un día nadie se acordará de Filesa, de Rubio ni de Roldán (como ha sucedido con el socialista Papandreu en Grecia, que ha regresado triunfalmente victorioso años después de ser públicamente juzgado como corrupto por una santa alianza de conservadores y comunistas). Y ese día de olvido, a no ser que se lea, quizá vuelva Guerra.

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