_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Madrid de Lauro

Sus biografías dirán que nació en Galicia, y tendrán razón. Pero quizá deberán añadir que Lauro Olmo era madrileño de los de toda la vida, demostrando, una vez más, el principio de que ser de Madrid consiste muy a menudo en no ser de Madrid. Hay, claro, muchas maneras de ser capitalino de esta capital y Lauro lo era en el sentido más genuino. Era un representante, quizá el último, del Madrid de la resistencia. Su. vida consistió en resistir. Resistir a la barbarie, a la insolidaridad, a la trivialidad.El Madrid de Lauro Olmo era heredero de aquella ciudad resistente al fascismo que pudo ser llamada "capital de la gloria" o "la capital del mundo". La imagen de ese Madrid heroico, que fue paradigma mundial de la lucha contra el totalitarismo, no ha hecho fortuna en España en nuestra época. Ha prevalecido, incluso a los ojos de los progresistas, la imagen de la capital encopetadamente contralista, con algo de ciudad "alegre y confiada", dicharachera y superficial. Una visión que se apoyaba en la existencia real de otros madriles, quizá porque ésta es una ciudad en la que hay muchas ciudades.

Lauro conocía como nadie el Madrid popular. Lo llevó al teatro. Recuerdo muy bien el estreno de La camisa en 1962. La realidad llegó con él a los escenarios. Tuvo que vencer muchas trabas para poner en escena su obra. También La pechuga de la sardina tiene por protagonista al pueblo de Madrid. En su teatro recogió, de un lado, la herencia del mejor Arniches, alicantino y también de Madrid "de toda la vida"; por otro, de don Ramón del Valle-Inclán, gallego como él y madrileño, como Lauro Olmo, también. Nunca hizo Lauro Olmo madrileñismo. Porque el madrileñismo requiere cierta oronda autosatisfacción contraria a lo que él quería expresar.

Ateneísta de viejo cuño, Lauro Olmo dirigía en "la docta casa", bajo la presidencia del inolvidable don José Prat, la Cátedra Valle-Inclán. Lo vi en una de sus últimas sesiones hace muy poco tiempo. Charlamos. Me di cuenta de que no reprochaba a nadie el trato que le dio nuestro tiempo. Miraba hacia adelante, con la fe resistente con que supo defender en su día el barrio de Pozas de la piqueta inmobiliaria. No se me olvidará la imagen de Lauro y de su mujer, Pilar Enciso, negándose a abandonar' su casa del barrio situado en la confluencia de Princesa con Alberto Aguilera cuando las excavadoras estaban a punto de entrar en aquel trozo del intimo Madrid

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_