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De derrota en derrota

Michel Rocard, socialista, protestante, investigador, hijo del padre de la bomba atómica francesa y eterno perdedor, dejó ayer cargo de secretario general del Partido Socialista (PS), que había alcanzado en abril de 1993.Por entonces heredó un partido desgastado por el poder. La utopía de la transformación llevaba doce años chocando con la realidad de la gestión, y los socialistas se habían quedado sin discurso. Rocard, que cumplirá 64 años en agosto, acababa de lanzar su big-bang, una propuesta de renovación del partido y de la política de izquierdas. Quiso desmontar el PS de Mitterrand, un partido hecho de una suma de baronias y mucho pasteleo.Rocard no ha podido acabar con el poder de las corrientes, y éstas han acabado con él. Fabius, Poperen, Emmanuelli, Dray, Vauzelle, Mermaz y otros muchos votaron ayer contra él antes de que pudiese aliarse con las figuras que simbolizan la renovación pero no son miembros del Consejo Nacional: Martine Aubry o Elisabeth Guigou.

Su figura de intelectual austero y honrado, que va de derrota en derrota a pesar de tener razón, que admira a quienes no han de votarle nunca, se llevaba mal con esos asesores de imagen que le ponían grandes chaquetas. Sus espaldas no eran lo suficientemente anchas como para llenarlas o aguantar el peso de un partido que se desmorona.

En 1960, Rocard había fundado el PSU (Partido Socialista Unificado) y soñaba con la segunda izquierda. En 1974 se incorporó al PS y en 1978 denunció el enésimo fracaso electoral de Mitterrand. En 1980, se autoproclamó candidato a la presidencia. La opinión pública le apoyó, pero no el partido, que prefirió a Mitterrand. No es hasta mayo de 1988 que Mitterrand cede a la evidencia y deja que Rocard sea primer ministro. El definirá su gestión como "necesariamente gris".

Edith Cresson, su fugaz sucesora, hará que ese gris parezca resplandeciente. Cuando en marzo de 1993 el PS se desmoronó e impulsó el dramático suicidio de Bérégovoy, Laurent Fabius estaba al frente del partido. Es el niño mimado de Mitterrand. Por eso, cuando Rocard se apoderó de las ruinas del PS no sólo se enfrentó a los barones sino también al anciano presidente.

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