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FESTIVAL DE TEATRO DE SITGES

Entusiasmo ante la obra 'Eduardo II', ambientada en un matadero

Jacinto Antón

Pasado ya su ecuador, el 25º festival del teatro de Sitges, que se inició el pasado viernes y acabará el domingo, tiene ya triunfadores que han despertado el entusiasmo del público: el bailarín Ramon Oller, con su nuevo espectáculo Mentides de debò; la actriz brasileña Denise Stoklos, con su show ético Un fax de Denise Stoklos para Cristóbal Colón; pero, sobre todo, el Teatro de Cámara de Budapest, con un espléndido Eduardo II de Marlowe ambientado en un matadero y protagonizado por László GáIffi.

El festival se inició con Kanon, del grupo heleno Attis, un espectáculo realmente duro y hermético en el que dos actores y una actriz evolucionan con exasperante lentitud y ceremonia diciendo un texto en griego. Tras este inicio abismal, el festival remontó rápidamente vuelo, hasta tocar el cielo, con el último montaje del bailarin Ramon Oller, Mentides de debò: pasión, ironía y kitsch redimido en un espectáculo deficioso y conmovedor que cuenta con música y canciones en directo de Marina Rossell.El Teatro de Cámara de Budapest, dirigido por Jószef Rustz, presentó un excepcional montaje de Eduardo II, una de las grandes obras de Christopher Marlowe. Un montaje con enormes actores, certero y con las necesarias dosis de humor como contrapunto de la pasión y el horror de la obra.

La escenografía representa la sala de despiece de un matadero: las paredes de azulejos tintas en sangre,. mangueras para limpiar el piso, enormes cuchillos, ganchos para colgar las reses de los que penden, siniestramente, los ropajes de la función. En el centro, un sencillo trono de madera, la espada y la corona del rey (todo muy a lo Jan Kott).

Hora y media de charla

La actriz brasileña Denis Stoklos logró el domingo un triunfo arrollador: el público la despidió puesto en pie con apasionados gritos de bravo. Stoklos estuvo una hora y media hablando al público, de tú a tú, como "ciudadana latinoamericana en lucha por la dignidad", de las falacias del Quinto Centenario, de la secular explotación del continente americano, del hambre, de la miseria en las favelas, de la necesidad de una vuelta a los valores éticos, del derecho y la obligación que tiene todo ser humano a buscar la felicidad. Un monólogo bienintencionado, pues, con un mensaje ingenuo, pleno de evidencias y lugares comunes, que -quizá por eso mismo- se metió al público en el bolsillo.El lunes por la noche comenzó el miniciclo de cuatro obras de otros tantos jóvenes autores catalanes. La primera pieza, El vals dels desconeguts, de Raimon Ávila (Barcelona, 1962), venía cargada de atractivo: un texto sobre el mundo de los skinheads catalanes montado por un excelente director como es Pere Planella. Sin embargo, el espectáculo no despertó ningún entusiasmo. Planella ha realizado un montaje efectista que parece intentar disimular la notable falta de garra, la astenia de la obra. Y eso que, enunciada, la improbable historia de Tato, el líder skinhead en crisis de identidad -sospecha que es un magrebí adoptado-, que reniega de sus ideas racistas redimido por un ángel, tiene su morbo.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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