Europeas, pese a todo
Es YA un lugar común que las elecciones europeas, celebradas el jueves en cuatro países de la Unión y que se completan hoy en los ocho restantes, entre ellos España, giran preferentemente en torno a temas de política nacional; que no son, por tanto, tan europeas como sería de desear; que, en muchos casos, constituyen una oportunidad del electorado para expresar su insatisfacción con el Gobierno reinante. Pero, como todos los lugares comunes, éste no agota la realidad. Estas elecciones, cuyos resultados conoceremos en bloque, son bastante europeas.En España no hay un verdadero frente antieuropeísta, puesto que el poder y la oposición, socialistas y populares, ven la aventura europea con ojos básicamente coincidentes. En el Reino Unido el voto parece que va a ser de un fenomenal castigo contra los conservadores de Major por razones de profundo hastío interno. Pero en otros países de la Comunidad -y en algún aspirante a serlo- aparecen notables contenidos sobre. Europa en lo que ahora se vota.
' Austria, muy significadamente, ha hecho coincidir su referéndum sobre la adhesión a la UE -prevista para el 1 de enero próximo- con las elecciones europeas. No nos hallamos en sentido estricto ante unos comicios de la Comunidad, pero nadie puede llamarse a engaño. La consulta austriaca es, en la práctica, la decimotercera de las elecciones europeas, y hasta el último momento se mantiene la incógnita de un resultado que los sondeos dan como muy apretado. Más aún, la extrema derecha recurre a todo tipo de estratagemas, como la denigración de la industria lechera española, para meter el miedo en el cuerpo a los austriacos que se atreven a soñar con la integración. El resultado, sobre todo si es negativo, amenaza con influir en los referendos previstos por los otros tres candidatos a la adhesión: -Finlandia, Noruega y Suecia. Hoy, por tanto, habrá mucho voto europeo.
Otro tanto cabe decir de Alemania. En sus elecciones, éstas sí que al Parlamento de Estrasburgo, se seguirá con justificada aprensión el resultado de la ultraderecha, porque servirá como barómetro del sentimiento antieuropeísta duro de la opinión germana. Estas elecciones son también un pasable veredicto sobre el Gobierno de Kohl y las posibilidades de la socialdemocracia ante las legislativas de otoño. El papel de Alemania en Europa es uno de los grandes elementos del debate, lo que hace de las votaciones una especie de primarias.
El movimiento de La Otra Europa, que dirige en Francia Philippe de Villiers, y al que los sondeos dan un 8% de sufragios, se presenta como una opción furibundamente antieuropeísta, indistinguible de la xenofobia del ultra -oficial Jean-Marie Le Pen. Puede dividir el voto conservador, más propiamente el gaullista, marcado ya por graves divisiones sobre la estrategia europea. A mayor abundamiento, el socialista disidente Jean-Pierre Chévériement hace esa misma operación por la izquierda, restando votos al PSF de Michel Rocard.
En Dinamarca, finalmente, los sondeos pronostican un fuerte aumento de las fuerzas contrarias a los acuerdos de Maastricht, como el Movimiento de Junio, nacido precisamente para combatir los planes de integración concebidos en esa ciudad holandesa.
En definitiva, si es siempre verdad que Europa vota básicamente nacional, cada vez hay una mayor percepción de que el sufragio ya no es sólo hexagonal, alpino, peninsular o insular, sino que posee una dimensión europea global. Es cierto también que las voluntades que más nítidamente se movilizan en este momento son las antieuropeas. Pensemos que es un ruido inevitable, pero, quizá, también desesperadamente defensivo. El ciudadano que no está por la estridencia vota, en cambio, Europa. Aunque ni siquiera tenga que hacer un acto de fe de ello.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.