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La Normandía guerrista

Guerra da señales de que la campaña no es suya y de que sigue la crisis

Lourdes Lucio

Nadie le negará a Alfonso Guerra que no esté participando en la campaña del candidato socialista, Manuel Chaves. En Pruna, Almería, Huelva, Granada y Sevilla habrá lucido su micrófono inalámbrico cuando hoy, en la capital andaluza, comparta con Felipe González el último acto para pedir el voto. Pero sí habrá que preguntarse de qué forma está apoyando al presidente autonómico.Por ejemplo, en Pruna, la Normandía guerrista donde el líder inició su inmersión electoral por Andalucía. Esta localidad, de 3.500 habitantes, fue la elegida para el estreno andaluz del vicesecretario general. ¿Por qué Pruna?, inquirían los periodistas. "Porque nos da la gana", respondió el senador Francisco Moreno. Para que no hubiera la más mínima confusión de que se trataba de un acto organizado por y para Guerra -incluso con la venta de pañuelicos rojos con su nombre al precio de 100 pesetas-, el propio homenajeado se encargó de especificarlo: "Soy un pruneño. Y estoy aquí porque me lo han dicho Pepe Chacón, Manuel Copete, Paco Moreno y Carlos Sanjuán". Todos son guerristas y ninguno opta a un escaño. Guerra, que vetó la participación de la renovadora Carmen Hermosín, incluso tuvo el detalle de no citar al candidato por Málaga y responsable de la campaña en la provincia, el guerrista Enrique Linde.

Días antes del mitin, los guerristas ya habían decidido que en la localidad sevillana habría 4.000 hinchas. La aplicación del Libro de Estilo de EL PAÍS fue inútil, porque cuando se pidió el dato de asistentes a la Policía Local ésta remitió "a lo que dijera el alcalde", el mencionado Chacón.

En la hora que estuvo en el escenario, el número dos del PSOE ni siquiera mencionó a Chaves y una vez a Fernando Morán y a González. En los mítines por Andalucía, Guerra emite señales de que esta campaña no la ha organizado él y que la crisis interna entre renovadores y guerristas aún sigue abierta. En Huelva, se mantuvo distanciado del candidato al referirse a él con frases como "lo ha dicho Chaves" o "Chaves, el presidente de la Junta", mientras que el resto de los mortales socialistas utilizan la denominación de "compañero Manolo".

El invento del inalámbrico dota a Guerra de una libertad de movimientos hasta ahora inédita en una campaña, aunque el análisis de su puesta en escena es una tarea más propia de un crítico teatral que de un informador político. El mismo dice que pedirá derechos de autor si le copian la idea, como sucedió con lo del atril: "Yo dirigía, entonces, las campañas", dice con un puntito de amargura.

Guerra no ha variado el contenido de sus mítines y, como si de un mago se tratara, saca de la chistera varios "documentos" para ratificar sus palabras: un folio en blanco supuestamente entregado por los periodistas después de recoger sus insultos; una foto de Felipe y Morán, y papelitos en los que tiene anotadas las últimas declaraciones "de la moza del PP" o del "señor Arenas movedizas", a quien acusó de no declarar su participación en empresas privadas, desviando la atención de los mensajes sobrios y pausados de Manuel Chaves.

Guerra busca siempre la complicidad del público. "No me voy a extender mucho porque...". La reacción no se hace esperar: "¡Nooooo!". "Bueno, pues cuando os canséis, me avisáis", responde. La gente se acomoda en las sillas dispuesta a escuchar al líder y, como los niños chicos cuando se pegan al televisor para ver los dibujos animados, pide al cielo que aquello no acabe nunca.

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