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La mafia rusa desafía al Gobierno de Yeltsin con uso de coches bomba

Pilar Bonet

El uso de bombas activadas a distancia -el último grito de la criminalidad en Rusia- supone un paso más en la escalada de violencia que está acompañando en este país al proceso de redistribución de las esferas de influencia económica tras el derrumbamiento del comunismo. El brutal aumento del número de delitos ha obligado a la policía de Moscú a diversificar las líneas de teléfono de urgencia, en vista de que el 02, el número tradicional conocido por todos los ciudadanos, ya no daba abasto.

El goteo es constante. El 4 de junio hubo una explosión en los recién inaugurados locales del banco Stoliclini, en el centro de Moscú. El mismo día, a 500 metros, saltó por los aires un Mercedes. Un día después, un niño de ocho años pereció al intentar alcanzar un paquete de zumo depositado encima de un coche. El lunes, hizo explosión un Lada (el utilitario ruso más frecuente) perteneciente a un empresario de costura. El martes, el chófer del director de Logovaz, una compañía vendedora de automóviles rusos, pereció por el efecto expansivo de un coche-bomba.A lo largo de 1993 y el primer trimestre de 1994, se registraron en Rusia 650 explosiones delictivas como consecuencia de las cuales murieron 116 personas y resultaron heridas otras 500, según estadísticas del Ministerio del Interior.

El aumento de la delincuencia es uno de los más serios problemas planteados a las autoridades rusas, cuyos reiterados planes para combatir el crimen no han dado resultado.

El presidente Borís Yeltsin ha consagrado un decreto (el número 1.016 en lo que va de año) a exponer un programa de dos años, que prevé aumentar los efectivos de los órganos de orden público en 375.800 hombres, un contingente mayor que todas las tropas del Ministerio del Interior juntas, y destinar 4,3 billones de rublos (unos 2.200 millones de dólares) a la lucha contra la criminalidad.Tratar con las mafias

Funcionarios relacionados con el orden público se quejan de la falta de criterios claros sobre la delincuencia actual, que se diferencia sustancialmente de la criminalidad soviética. La necesidad de tratar con las mafias que parasitan sobre la economía imprime hoy carácter a la reforma y corta de raíz las pequeñas iniciativas empresariales que podrían consolidar una clase media. Las mafias son hoy interlocutores obligados para los empresarios extranjeros.

El número de grupos delictivos organizados oscila entre 2.500 y casi 5.700, según diversas estimaciones policiales. El vicejefe de la Dirección Central de Lucha contra la Criminalidad Organizada, Guennadi Chebotariov, aseguró que las estructuras mafiosas controlan más de 40.000 empresas.

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Aparte del sistema de extorsión y protección, la lista de delitos que preocupa a las autoridades abarca el contrabando de materiales estratégicos y armas, así como los delitos financieros y el narcotráfico. Aunque los comentarios sobre la corrupción funcionarial están a la orden del día en los medios de comunicación, lo cierto es que el número de procesos contra empleados estatales acusados de corrupción ha sido más bien pequeño y el nivel jerárquico de los implicados es inferior al que alcanzó la lucha contra la corrupción en tiempos de Yuri Andrópov, a principios de los años ochenta.

Las autoridades reconocen que en el proceso de retirada de tropas de Europa del Este y las repúblicas ex soviéticas se ha producido un enorme descontrol de los arsenales. Las armas robadas incluyen 38.000 armas de fuego diversas, 300.000 granadas y 21 toneladas de explosivos, según manifestó el jefe de la Dirección de Orden Público del Ministerio del Interior, Viachelav Ogoródnikov.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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