Aldabonazo para conciencia de la OUA
De Túnez nos llega por fin una buena noticia: la Organización para la Unidad Africana (OUA) va a reunirse. Es una buena noticia sobre todo para los centenares de miles de ruandeses cuyos cadáveres flotan sobre las aguas del lago Victoria o se pudren al sol a lo largo de las carreteras o en fosas comunes. El río Akagera ha arrastrado esos cuerpos para mostrarlos a la conciencia universal; cuerpos anónimos, inflados; cuerpos negros que se han vuelto pálidos, vaciados de su sangre; cuerpos que han muerto durante el sueño o en la huida sin saber por qué razón se les entregaba como ofrenda al río.¿Habrá alguna voz que interrogue a esta venerable organización y le pregunte si duerme bien, si tiene felices sueños para los niños de África, si todo va bien para este continente? África no sólo tuvo un mal comienzo -según la fórmula de René Dumont-, sino que tampoco ha llegado a ninguna parte, como no sea a los campos de batalla donde la matanza de niños y mujeres es ordenada como una prioridad por una radio que se dice libre.
¿Habrá alguien dispuesto a hablar no sólo de África, cuya ruina y caos están más que admitidos por las grandes potencias, sino del futuro del hombre, quien quiera que sea, donde quiera que se encuentre? Asistimos en este fin de siglo a un saqueo sistemático del valor más esencial, el que hace la historia, la cultura y la civilización: el hombre en tanto que ser.
Para unos, África sigue siendo una reserva de materias primas custodiada y conservada por dictadores cínicos y asesinos, protegida por Francia, Bélgica o por otros clientes. Para otros, África, madre de la civilización, no es más que una pesadilla, una vieja chalupa a la deriva.
La radio libre Mil Colinas, una emisora hutu de Kigali, exhortaba a los miembros de su tribu a exterminar a los de la otra tribu, los tutsis, empezando por los niños: "La tumba aún está a medias, ¿quién quiere ayudamos a llenarla?". Aquí no hay ni buenos ni malos, sino un pueblo víctima de la locura, dejado a su propia suerte y con las armas en la mano, un pueblo reducido a sus instintos más primitivos, es decir, los más asesinos.
Ruanda, como otros países africanos, es una tierra de constantes matanzas. Ya es la cuarta guerra civil que conoce este país desde 1959. El racismo y el odio entre las tribus opuestas son recíprocos. El colonialismo belga dejó allí bombas de relojería. Para Kigeli V, rey de Ruanda en el exilio, los belgas atizaron las rivalidades".
Los fantasmas de miles de niños cortados en lonchas a golpe de machete van a rondar el palacio donde la venerable Organización para la Unidad Africana va a reunirse a parlamentar. Es verdad que la Organización de las Naciones Unidas ha fracasado, pero ya está acostumbrada: Somalia, Bosnia... Como también ha fracasado la Liga Árabe en su intento de detener la guerra civil de Yemen, una guerra que ya ha costado 50.000 muertos.
¿Para qué sirven todas estas organizaciones si no pueden apagar el fuego ni restablecer la justicia? El mundo se abrasa y los bomberos no tienen agua. Éste es el futuro de una gran parte de los Estados que no han conseguido cimentar el Estado de derecho y que recaen con bastante facilidad en la brutalidad de la naturaleza humana, tan poco humana.
¿Quién se preocupa por las resoluciones de la Organización para la Unidad Africana e incluso por su existencia? Existe sólo por existir, como una pura formalidad, y para no desesperar del todo, para creer que tal vez un día de allí saldrá algo que no será del todo inútil.
es escritor marroquí, premio Goncourt en 1987.
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