El desembarco del pasado
Italia conmemora el 500 aniversario del Día D con los herederos de Mussolini presentes en la coalición que gobierna
Hay un clima enrarecido en esta Italia que llega a la celebración del 50o aniversario del Día D inmersa en un debate sobre su pasado inmediato que a veces preocupa, porque parece que no es el fascismo, sino el antifascismo, lo que se está enterrando cuando se cumple medio siglo de la victoria aliada. "Ha faltado en los propios antifascistas el orgullo de ser portadores de un valor. Así se acerca un 6 de junio en el que seremos los únicos del mundo que no basamos en ese valor nuestra identidad nacional", se leía en un reciente editorial del diario La Repubblica."No veo en torno a mí especiales señales de inquietud, de angustia o de exaltación. No nos sentimos prisioneros de la historia", afirmaba, en cambio, el nuevo ministro del Patrimonio Cultural, Domenico Fisichella, de Alianza Nacional (AN), pero no neofascista como se ha dicho a menudo, ya que se trata de un monárquico que incluso corrigió a su primer ministro, Silvio Berlusconi, cuando éste afirmó que "durante un cierto período [Benito] Mussolini hizo cosas positivas"."En realidad, el fascismo se convirtió en seguida en un régimen de partido único, y, por tanto, autoritario", recordó Fisichella, profesor de Ciencias Políticas, presentándose como el moderado -eso sí, muy de derechas- que su jefe político, Gianfranco Fini, dice que es cuando le interesa demostrar que Alianza Nacional es una coalición con elementos, ajenos al fascismo y al Movimiento Social Italiano (MSI).Avalan la moderación del ministro del Patrimonio las declaraciones de otros missinos, como Giano Accame, ex combatiente de la República de Saló, diputado y uno de los portavoces de Fini, quien ha dicho que "el Día D y el desembarco de Anzio son etapas de nuestra derrota"; o las de Pino Rauti, neofascista irrecuperable y candidato de Alianza Nacional al Parlamento Europeo, que señala que el desembarco norteamericano "marca también la fecha en la que Europa desapareció de la escena política y cultural del mundo".
"La implosión del Estado partitocrático ha hecho subir a la superficie la mezcla de populismo, nacionalismo, autoritarismo, mussolinismo que, amalgamándose, hicieron del fascismo italiano un modelo para los otros fascismos europeos", se lee en el editorial citado de La Repubblica, que sepregunta: "¿Es posible festejar el pasado con los amigos, cuando los herederos de Saló están en la coalición que gobierna?".
La llegada al Gobierno de la ultraderecha italiana ha traído consigo incluso propuestas de traslado de la fiesta nacional del 25 de abril, en recuerdo del día de 1945 en que la Resistencia lanzó la orden de insurrección general contra las tropas alemanas.
Dos alternativas que se han barajado son el aniversario del 2 de junio de 1946, en que se proclamó mediante referéndum la República, o el del 24 de mayo de 1915, cuando Italia entró en la Primera Guerra Mundial, que liberaría sus últimas provincias en manos de Austria.
El 6 de junio de 1944, sostienen los menos amigos de las actuales celebraciones, ni siquiera fue una fecha específicamente italiana, ya que los norteamericanos habían desembarcado en Anzio el 22 de enero anterior, para romper cuatro meses después en Cassino las defensas alemanas y liberar el 2 de junio Roma.
Pero el triunfo de la ultraderecha en las últimas elecciones en Italia ha suscitado sobre todo un debate orientado por sus promotores hacia la rehabilitación histórica del fascismo, que resulta desagradable hasta para los que no temen que esa forma de totalitarismo pueda volver a existir en la práctica.
Comenzó la televisión estatal, el pasado mes de abril, con una revisión histórica que tendía a presentar a las víctimas de los partisanos en pie de igualdad con los caídos de la Resistencia. Luego, Fini llamó a la reconciliación nacional, definió a Mussolini como "el político más grande del siglo" y sostuvo en el Parlamento que el único valor es la democracia, no el antifascismo, manchado, por otra parte, en su opinión, por la corrupción de los Gobiernos de la posguerra.Cada una de estas intervenciones provocó oleadas de protestas tanto en Italia como en el extranjero. Pero la actitud prevalente corresponde a la del anciano filósofo Norberto Bobbio, quien, aun negando cualquier posibilidad de reconciliación con el fascismo, concluyó que fascismo y antifascismo eran términos dignos de ser igualmente enterrados en la historia.
La última intervención ha sido del jefe del Estado, Oscar Luigi Scalfaro, para decir que no se puede "culpabilizar de fascismo a personas que nacieron cuando el fascismo ya no existía".
Resulta difícil olvidar que, en España y Portugal, las dictaduras duraron hasta 1975, y que Gianfranco Fini afirmó hace sólo cuatro meses, en conferencia de prensa, que el Valle de los Caídos es el símbolo de la reconciliación española. Una opinión que expresa perfectamente toda una cultura política.
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