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Haití, embargo mortal

Las sanciones dañarán a los más pobres, según expertos internacionales

ENVIADA ESPECIALLos 15 miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas alzaron su brazo. La resolución 917 quedó aprobada. Desde el pasado domingo, la comunidad intemacional pretende reconducir a Haití hacia la democratización mediante un embargo total. El tercero en casi tres años. En ese plazo, la situación política de la república caribeña no ha cambiado lo más mínimo. El bloqueo, en cambio, está acabando con los programas de desarrollo agrícola de la propia organización mundial, con las escasas infraestructuras sanitarias y con las pocas empresas que funcionaban en el país. Todo un triunfo, dicen con amargura los expertos, de las frías estrategias de salón.

"Nunca se ha demostrado que un embargo funcione. Ahí está el ejemplo de Cuba. Pero cuando encima se trata de un país tan pobre como Haití, el bloqueo se convierte en una terrible amenaza para su futuro". El experto de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) que pronuncia estas palabras prefiere mantenerse en el anonimato, al igual que su colega de Unicef, que insiste hasta la saciedad en que el embargo no es la solución para resolver el problema haitiano.

Ambos conocen bien la realidad de este país. Llevan años trabajando en programas de desarrollo que ahora se hunden delante de sus ojos.

Los indicadores socioeconómicos siempre anduvieron por los suelos en Haití, "el país más pobre del hemisferio occidental", según reiteran todas las estadísticas. Su trayectoria, marcada desde su independencia, en 1804, por un rosario de dictadores sólo preocupados por desangrar al país, pareció romperse en diciembre de 1990 con la elección de un cura católico, Jean Bertrand Aristide, para la presidencia.

Un cruento golpe militar encabezado por el general Raoul Cédras, en septiembre de 1991, devolvió al país a las sombras. Desde entonces, la comunidad internacional pretende forzar su salida con el embargo. Pero Cédras sigue ahí mientras Haití toca fondo.

En el sector agrícola, el más importante de la economía haitiana, la situación es catastrófica. "El campesino, esencialmente minifundista, ya estaba en crisis desde hace 10 años. Y el primer embargo llegó en 1991, tras dos años de sequías", explica el especialista de la FAO. "Ahora en el campo no hay gasolina, ni repuestos, ni semillas ni fertilizantes. Muchos campesinos han vendido todo o han pedido créditos usureros. La mayoría intercambia su trabajo y parte de la cosecha por simples semillas".

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La FAO y la Unión Europea han tenido que sustituir los programas de desarrollo por los de emergencia. Reparto de semillas de ciclo corto y de productos fitosanitarios. Atrás quedan proyectos como el de Grandoit, donde la puesta en marcha de plantaciones comunitarias iba viento en popa. "No hay hambruna general porque las explotaciones se están organizando para la subsistencia. Una simple sequía bastaría para llevar a Haití a la somalización", añade.

A ello hay que añadir el hundimiento del pequeño sector industrial y de la economía informática, muy importante en el país. El cierre de empresas en estos dos años y medio de embargos ha dejado en la calle a 160.000 personas. "Haití tenía antes del golpe un desempleo del 75%. Es decir, que son trabajadores que mantenían no sólo a su familia directa, sino a parientes e incluso vecinos", comenta el diplomático. La clase media, escasa por lo demás en este país de brutales contrastes, casi ha desaparecido.

En los pocos hospitales de Puerto Príncipe, donde no existe asistencia gratuita, se practica ya lo que René, médico del hospital general, llama la "cirugía selectiva": no hay material básico ni medicamentos para todos.

"La mortalidad infantil era del 101 por mil en 1970. En 1987 aumentó al 135 por mil. Ahora, aun cuando no tenemos estadísticas globales, sabemos que ha subido de nuevo por los datos regionales que nos llegan", comenta el directivo de Unicef. A la diarrea y el tétanos, principales causas de muerte infantil, se han unido las infecciones respiratorias vinculadas a la escasa alimentación. "El 25% de los niños está por debajo del peso normal. La malnutrición se ha agravado terriblemente en estos dos años".

Todos los consultados coinciden en que el país ha sobrevivido gracias a que el último embargo, ahora reforzado, "ha sido un colador". Ajenos a esta situación o justificándola para sus fines, Jean Bertrand Aristide, desde el exilio. en su otrora odiado Estados Unidos, y sus seguidores, aquí, insisten en que el embargo se mantenga para obligar a los militares a marcharse. "Debe endurecerse para terminar cuanto antes", afirma uno de los dirigentes, Evans Paul. "La población lo entiende". No es ésa la impresión que se obtiene al charlar con la gente en la calle.

Si algunos funcionarios internacionales y diplomáticos protestan en privado contra el bloqueo, otros lo tachan directamente de "genocidio". "Yo no diría tanto", comenta el representante de la FAO. "No es una eliminación estudiada de los haitianos. Al fin y al cabo, el origen del problema ha sido un golpe militar. Pero las consecuencias están siendo contraproducentes. Es un caso de conciencia para todos los que estamos aquí. De acuerdo, no hay desarrollo participativo ni progreso sin democracia, pero la democracia no puede tratar de imponerse con un acto de guerra como es un embargo".

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