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Botero está dispuesto a dejar sus obras a buen precio, según el edil López- Amor

El concejal de Hacienda, Fernando López-Amor, del PP, resumió así su tarde de toros en compañía de Fernando Botero: "Está encantado, y me consta que tendrá un detalle con Madrid". El edil invitó el martes al artista a Las Ventas para convencerle allí de que la propuesta de dejar en Madrid las esculturas expuestas en Recoletos es algo más que un sueño. El escultor le prometió que terciará para que el precio de sus 17 esculturas sea "muy especial".

No obstante, el edil precisó ayer: "Aunque él decide, luego habrá que, negociar con sus galeristas la peseta concreta". López-Amor ha explicado también que habló con el escultor (quien viajó ex presamente desde París para negociar con el concejal) sobre la posible ubicación de la colección, una vez adquirida. Y parece que las esculturas tendrían, en ese caso, que cambiar de sede. "Está claro que ése no es el lugar idóneo para que se queden definitivamente", añadió López-Amor.El escultor quiere que sus obras permanezcan juntas y en un lugar de estética acorde con la de sus esculturas.

Botero sólo pasó unas cuantas horas en Madrid: las justas para ver salir por la puerta grande al novillero Luis Miguel En cabo y pernoctar en el hotel Ritz tras departir con el concejal que ha propuesto comprar las obras.

Lo que más preocupa de momento a López-Amor es buscar un mecenas que aporte el dinero para comprar las 17 esculturas disponibles.

"Hay posibilidades"

López-Amor ha lanzado ya su propuesta a varias entidades financieras. "Y a alguna que no es un banco", añade. -"Están estudiando el asunto, no se ha quedado esto en conversaciones informales: hay posibilidades", explica el concejal.En cambio, las esculturas de Botero han encontrado enseguida alguien que ejerza el vandalismo con ellas. Pocos días después del aterrizaje de los gordos en el paseo de Recoletos, el Perro, un apacible chucho en bronce de 2,30 metros de altura, perdió los bigotes a manos de algún paseante ávido de arte. O al menos eso es lo que piensa Botero. Cuando su Gato, otra escultura que no ha llegado a Madrid, perdió los pelillos del hocico en París, el artista declaró que no le importaba y que, más que como vandalismo, interpretaba la mutilación como fetichismo. Hace pocos días, los anuncios de alimentos dietéticos emborronaron de tiza algunos de los orondos personajes de Botero. Los empleados municipales de limpieza han devuelto ya el lustre a las carnes metálicas.

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