Roldán
Al señor Ramallo se le escapó una leche, con perdón, a distancia, irritado por el contraataque del señor, Sería. El reparto de papeles obliga a que mientras Felipe González y Aznar se atemperan, Ramallo y Serra deben repartir y recibir las bofetadas. Destrozados los gladiadores, los jefes descenderán a la arena electoral sin un cardenal y sin salpicaduras de sangre ni virutas de mejilla en sus túnicas. Pero así como al continente del señor Ramallo le va la teleleche, no me veo yo al señor Serra haciendo otra cosa que reclamar luz y taquígrafos para que conste la teleleche en acta, y dudo que pueda soportar este combate si se prolongara más allá de la próxima convocatoria electoral.Mientras el vicepresidente del Gobierno ponía las mejillas y la réplica dialéctica, desde su escondite, Roldán, el fantasma de esta zarzuela -que no ópera-, agredía a don Narcís por la espalda mediante un culebrón de insidias que implican al Gobierno y a aquella esperanza blanca que se llamara Mario Conde. Ignoro por qué túnel de silencio avanza y retrocede el ex director general de la Guardia Civil, pero ha de ser espacioso porque está lleno de informes, teléfonos rojos y botones nucleares que prometen tracas sonadas en el inmediato futuro. Tan peculiar es el papel histórico de Roldán, que se sospecha que fuera un infiltrado de la derecha dura en el socialismo blando, sospecha sospechosa, pero que forma parte ya del novelón.
La facilidad de movimientos informativos de Roldán demuestra que estamos en presencia de un hombre empecinado y humillado que no ha soportado bien verse en cueros y en diminutivos en los desplegables del destape del Estado democrático. Lo que más ha molestado a Roldán es que sus orgías parezcan cutres y que sus calzoncillos no hayan merecido la aprobación de la beautiful people.
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