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Leña

Vicente Molina Foix

La idea de plantar las fallas de Valencia en Madrid podrá parecer intempestiva, pero no es mala. Lo malo, si acaso, es el material empleado, que se va a resistir al fuego el día de la cremá. ¿0 no va a haber cremá? La crema de la intelectualidad se ha mostrado reacia a esta * iniciativa, que ha provocado sin embargo una gran afluencia de madrileños y forasteros (excluidos los valencianos, que las queman en su propia salsa) a las arterias donde están los monumentos. A la una del mediodía, el atasco arterial en torno a ellos es tan ruidoso que se diría a punto de traca y de mascletá.El sentimiento fallero de la vida ya se vislumbró al llegar el PP al Ayuntamiento de Madrid, erigiendo unas fallas infantiles en, piedra y bronce: la esquelética cara del poeta Aleixandre, un Velázquez jíbaro en su. calle, La violetera caduca en Gran Vía. Ahora han pasado a mayores, aunque los ediles, citen, en su esnobismo, los precedentes de París y Nueva York, sin reconocer el prístino influjo valenciano. Tres de estas fallas han sido tompradas (¡íntegras!) por organismos oficiales, pero el concejal LópezAmor propone que sufraguemos Jas 18 restantes al módico precio de 1.500 millones. Eso es lo que yo llamo una machada por Amor (y una machada es una mascletá traducida). Mientras, el confeccionador ha hecho saber que regalará una al pueblo de Madrid, cumpliendo así la tradición del ninot indultado; ninot que bien podría engrosar la colección del Reina Sofía junto al baratillo allí almacenado.

Que ardan. Sería hermoso'ver a los ciudadanos agolpados en las arterias con el corazón en un puño por ver si las llamas funden en el infierno a Botero y sus muñeconas. Y el acto, presidido como todos por la ministra de Cultura, ese día no necesariamente vestida de fallera mayor, serviría de yesca a la hoguera donde nuestra vanidad de una vida cotidiana más hermosa y limpia lleva camino de achicharrarse.

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