La lluvia purificadora
Camacho / Vázquez, Ojeda, Finito
Cuatro toros de Alcurrucén y 1º y- 5º de Couto de Fornilhos, en general bien presentados, inválidos, boyantes. Los toros anunciados de María del Carmen Camacho fueron rechazados en reconocimiento.
Curro Vázquez: pinchazo en el costillar, cuatro pinchazos bajos y estocada descaradamente baja (protestas); pinchazo hondo y descabello (oreja).
Paco Ojeda: pinchazo bajo perdiendo la muleta, otro sin perderla y nueve descabellos (algunos pitos); media rueda de peones y. cinco descabellos (algunos pitos). Finito de Córdoba: dos pinchazos bajísimos y se tumba el toro (silencio); bajonazo escandaloso (silencio).
Enfermería: El banderillero Manolo Sanlúcar sufrió cornada grave en un muslo.
Plaza de Las Ventas, 19 de mayo. 6ª corrida de feria. Lleno.
Llovió, y no fue lo malo que lloviera sino que se diese la corrida. Otras veces con ruedo más enjuto la han suspendido, comentaba parte de la afición, mientras otra parte decía que, por cuatro gotas de lluvia no se iba a suspender un espectáculo tan viril y racial. La parte de afición favorable a que se diese la corrida estaba tan serrana bajo techado en gradas y andanadas, mientras la otra recibía en el tendido la manta de agua- como un castigo bíblico. Nunca llueve a gusto de todos, ya se sabe. La lluvia es una versátil creación divina, y lo mismo vale para regar los cultivos que para arrasarlos con inundaciones catastróficas; para suspender corridas que para purificarlas.La lluvia que cayó a torrentes sobre Las Ventas fue de esa última especie y purificó toreros, toros, corrida, empresa, y si no llega a ser por una cogida que hubo, salen todos en loor de santidad. Sufrió la cogida Manolo Sanlúcar al banderillear y el toro le arrojó dramáticamente bajo el estribo de la barrera. La consternación por el percance fue general, naturalmente, pero con matices: la afición de gradas y andanadas comprendía que esos son gajes del oficio, en tanto la del tendido achacaba el percance al barrizal y responsabilizaba al presidente, que lo era el señor Lamarca. "¡Presidente, asesino!", gritaron algunos. Qué cosas se oyen en las plazas de toros. Ahora va a resultar que el señor Lamarca es el doctor Petiot.
La empresa hizo el negocio previsto y fue la primera purificada por la lluvia. Luego se purificaron los toros, pues aunque padecían invalidez, no los protestó nadie. Llega a darse la corrida con sol y moscas, y hay un escándalo. Los siguientes purificados fueron los toreros, que pudieron torear aquellos bondadosos animalitos, sin oír el menor reproche. Cómo aprovecharon la purificación y su consecuente indulgencia, plenaria, eso ya dependió de los gustos de cada cual.
Curro Vázquez tuvo gustos contradictorios: al primer toro, que no se comía a nadie, no lo quiso ni ver; al cuarto, de bondad infinita, lo toreó con enjundia. Primero por redondos, después por naturales, en tres tandas armoniosas de las que emanaron perfumados efluvios toreros. "¡No te vayas nunca!", le gritaron desde el tendido. Y sonó un poco estemporánea aquella voz, pues Curro Vázquez no parecía que se iba sino que llegaba, con la afición del primer día.
Los gustos de Paco Ojeda no concordaban con los de sus toros, que querían embestir y él no estaba dispuesto a soportar semejante intemperancia. O sea que citaba con el pico luego se marchaba lejos. Al quinto toro le dio derechazos de semejante guisa y en ocasión de perpetrar naturales, no paró de correr. Corrió más que la jaca de la Algaba. Finito, en cambio, no tuvo el gusto de instrumentar el toreo de su especialidad pues sus toros resultaron plúmbeos. Ahora bien, se tomó venganza y los mechó por los lomos bajeros.
Los tres diestros dieron algunas verónicas de fuste con esos capotones de su propiedad que han debido fabricarlos en astillero. Un colega propone que se cubra Las Ventas para protegerla de la lluvia, y la verdad es que la obra saldría barata. Se cojen los capotes de Curro Vázquez, Paco Ojeda y Finito, se cosen, y ya está hecha la cubierta.
Babelia
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