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Los dominicanos eligen hoy presidente tras una campaña marcada por la, violencia

La campaña electoral dominicana, que culmina con la elección hoy del nuevo presidente y de los representantes legislativos y municipales, se ha desarrollado con ritmo de merengue y alegría caribeña. El contrapunto lo ponen los 12 muertos en incidentes políticos y una tremenda guerra sucia de acusaciones, cuya principal víctima ha sido el renovador José Francisco Peña, candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, (PRD), que amenaza la hegemonía del octogenario Joaquín Balaguer, que se presenta a su sexta reelección

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José Francisco Peña, abogado de 54 años, representa, a pesar de su larga trayectoria política (casi tres décadas al frente del PRD) una bocanada de aire fresco en la apolillada esfera política dominicana, dominada hasta ahora por dos rivales eternos, que son ya como un matrimonio mal avenido: Joaquín Balaguer, de 87 años, líder del conservador Par tido Reformista Social Cristiano (PRSC) y presidente durante dos décadas; y Juan Bosch, de 83 años, fundador del PRI) y combativo progresista cuyo acceso a la presidencia se vio frustrado por el Ejército (con apoyo esta dounidense) en 1965 y por las maniobras de Balaguer en 1990.No sólo la edad marca la diferencia. Peña es de origen haitiano y de extracción humilde. Y su piel es negra. Balaguer y Bosch tienen raíces españolas directas, piel clara y exquisita formación. El mano a mano que libran Balaguer y Peña, a quien los sondeos más fiables dan una apretada ventaja de entre dos y nueve puntos, ha dejado de lado a Bosch, que se desgajó del PRI) en 1973 para crear el Partido de la Liberación Dominicana.

Balaguer, que llegó al poder de la mano del dictador Rafael Trujillo en 1930, apenas ve, se mueve con suma dificultad y ha sido operado recientemente de flebitis. Sin embargo, mantiene, según allegados y opositores, su lucidez y ha desarrollado una campaña plagada de inauguraciones de obras públicas, adonde llega en el balaguermóvil, una caseta acristalada y cubierta con un tejadito colocada sobre un vehículo. Su mensaje electoral ha sido populista: mejorará las condiciones de vida de "este pueblo que a pesar de sus infortunios, mantiene el alma llena de música y el pecho henchido de cancion es", según dijo en el cierre de su campaña. Construirá más acueductos, hospitales, escuelas y mantendrá la asistencia social a las personas "que soportan el peso de las injusticias propias de la sociedad en que vivimos".

Peña, vicepresidente de la Internacional Socialista, se presenta no sólo como la renovación generacional, sino como el motor de la transformación de un país dominado por una gerontocracia aliada con la más rancia oligarquía comercial. Su programa apunta medidas como la reforma tributaria, incentivos a la agricultura y a la industria y el desarrollo de redes sociales tan elementales como la Seguridad Social.

Temor al presidente

El resultado del pulso es imprevisible. Los antecedentes electorales (en 1986 Balaguer ganó por una discutida diferencia de 30.000 votos y en 1990 volvió a la presidencia tras pactar con otros grupos a pesar de que fue Bosch quien obtuvo la mayoría) hacen temer al PRI) que en esta ocasión, si el resultado es ajustado, el anciano dirigente trate por todos los medios de seguir aferrado al sillón presidencial.

La campaña ha cobrado la categoría de guerra sucia. El llamado pacto de civilidad, propuesto por Peña y firmado el 10 de mayo por todos los grupos, ha frenado la violencia física, pero no la tensión verbal.. Y es precisamente Peña la víctima principal de los ataques en parte generados por el partido de su antiguo aliado, Juan Bosch. Los intentos de vincularlo al espionaje estadounidense, al narcotráfico y al comunismo internacional apenas han calado. Pero los ancestros haitianos del candidato del PRD han servido a sus oponentes para despertar las viejas fobias al país vecino, con el que la República Dominicana comparte la isla, y un recuerdo histórico marcado por los intentos de Haití de hacerse con el país a mediados del siglo pasado.

A Peña -adoptado a los pocos meses de nacer, después de que la matanza de inmigrantes haitianos ordenada en 1937 por el dictador Trujillo obligara a su madre a huir del país- se le ha acusado de querer disolver la frontera con Haití y de practicar vudú. Peña ha recogido el guante y ha respondido a Balaguer acusando al Gobierno del anciano líder de ser cómplice de la violación del embargo internacional contra Haití a través de la frontera común, que, dice, está dispuesto a cerrar.

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