El tal Vázquez es ahora don Javier Triunfador del abono de 1993, revive las horas previas a su actuación
Todo será como hace un año, cuando era un tal Vázquez. Se levantará tarde, comerá en casa y se irá hacia el hotel Victoria. Quizá dé un corto paseo por los alrededores, luego se echará un rato en la habitación, verá a la cuadrilla y se vestirá para ir a la plaza. La única diferencia, dice el ahora don Javier, es que el paseíllo en Las Ventas aquel 31 de mayo de 1993 suponía "un sí o no seguir en el toro y el de esta tarde, un paso hacia delante o hacia atrás".Los hábitos de Javier Vázquez apenas se han transformado desde que se proclamara triunfador de la feria de San Isidro el año pasado. La diferencia es que ahora tiene que atender más compromisos que antes, lo que no lamenta, y que dispone de menos tiempo para cazar, pero como es a cambio de hacer la temporada americana, tampoco lo echa en falta. Sigue siendo el mismo, o eso asegura; sin cortijo, porque 37 corridas no dan para tanto, y con el mundo taurino aún por conquistar, porque el triunfo en Madrid no le ha valido para figurar en los carteles de otras ferias importantes, tales como Sevilla, Pamplona o Valencia.
Las horas previas a la corrida va a compartirlas con la misma compañía que hace un año: unos pocos amigos, los de toda la vida, aquellos del colegio y otros que proceden de un grupo de seguidores desde que le vieron en Huete (Cuenca) cuando era novillero; su padre y la cuadrilla. Tan sólo una persona más en su entorno, el apoderado, Manolo Lozano, que el año pasado, a punto de abandonarlo todo, ni siquiera tenía.
El hotel, por supuesto que el mismo. "Este año, que parece ser que soy alguien, me han ofrecido varios para vestirme en ellos, pero prefiero seguir siendo fiel al Victoria, independientemente de las ofertas que pueda hacernos a los toreros. No es cuestión de precios, sino de estar en un lugar con ambiente taurino. Además, está al lado del laboratorio de mi padre, que lo tiene en la calle de la Cruz, y eso me hace sentirme como en el barrio".
Javier Vázquez procede de una familia acomodada del barrio de Chamberí, con chalé en la sierra. "Pero en la sierra pobre", advierte. Allí, en Bustarviejo, tiene su refugio. El sábado se fue a pasear, con sus perros de caza, por los alrededores del pueblo.
De capricho
"Los días previos a una corrida no hay quien me aguante", confiesa. "Lo mejor entonces es buscar la soledad, porque así hago lo que me apetece sin molestar a nadie. Supongo que es por la preocupación, que aumenta según se acerca el momento de salir a la plaza. Lo importante entonces es relajarse, descansar, darte todos los caprichos para no aumentar la tensión y poder descansar por las noches, porque de lo contrario las puedes pasar en blanco y eso sí que te acaba consumiendo. Yo, afortunadamente, la noche anterior suelo dormir bien".Todas estas sensaciones las ha vuelto a tener este año. Por eso Javier Vázquez se sigue sintiendo el mismo: "No he cambiado, ni quiero hacerlo. Mi situación ha mejorado, es cierto, pero en aspectos vanales; en lo fundamental, en lo que me juego esta tarde, no ha variado mi comportamiento".
Javier Vázquez, por eso, fiel a si mismo, sigue acudiendo por las mañanas a la Casa de Campo, junto a los muletillas, para hacer toreo de salón. Como si empezara de nuevo. "Y así es realmente", admite, "porque a la plaza de Las Ventas voy a salir con las mismas corridas que el año pasado, tan sólo dos. La única diferencia es que he acudido a algunos tentaderos y me siento más cuajado. Que eso me sirva para triunfar".
Babelia
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