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Los conservadores húngaros recurren al terrorismo verbal ante las elecciones de hoy

"Si los socialistas monopolizan los medios de comunicación habrá una guerra civil". Llegado hoy el día D, en que los húngaros votan libremente por segunda vez en 50 años, los conservadores en el Gobierno recurren al terrorismo verbal para prevenir a los electores en contra del partido que, según las encuestas, tiene mayores posibilidades de ganar. La frase entrecomillada es de Ferenc Kulin, líder parlamentario del Foro Democrático, el partido gobernante, quien dijo el viernes que habrá una marejada de extrema derecha en Hungría si los antiguos comunistas, y hoy socialistas, que encabeza Gyula Horn regresan al poder después del 29 de mayo.

El 29 de mayo es la fecha de la segunda y definitiva vuelta de unos comicios que se han convertido en una disputa clásica entre izquierda y derecha.Horn convalece en un hospital de MiskoIc, al norte del país, del accidente de tráfico que sufrío el jueves por la noche, en el que resultó conmocionado y se fracturó una vértebra cuando su Saab 9000, ahora para la chatarra, chocó contra un camión parado y sin luces. El dirigente socialista no podrá abandonar el hospital al menos hasta mediada la semana próxima.

Para saber si la advertencia sobre la llegada del lobo surte efecto entre los temperamentales votantes húngaros hay que esperar a los resultados del lunes. "A los socialistas, estos ataques nos ayudan de hecho", asegura confiado su portavoz, Andras Vard. La jornada de ayer fue de reflexión para los ciudadanos, acabados ya los actos electorales y el civilizado encartelamiento propagandístico callejero. En Budapest es ejemplar el respeto de los partidos, muy numerosos, por la armonía y limpieza de la capital.

En el hipersensible mundo de los grandes negocios no ha habido por el momento ninguna manifestación de estremecimiento ante una probable victoria electoral de la izquierda, que duplica en intención de voto a sus más inmediatos seguidores, los liberales, y triplica a la coalición gobernante que encabeza el Foro Democrático. Todos los partidos, por lo demás, sueñan con la pertenencia a la Unión Europea y, con matices, a la OTAN. Y Gobierno y oposición están muy satisfechos con el estatuto asociado que la Unión Europea Occidental, el brazo armado comunitario, ofrecerá mañana en Luxemburgo a Hungría y a otros ocho países del Este.

El cerebro económico socialista, Lazslo Bekesi, se ha esforzado en aclarar a los votantes más desfavorecidos que no deben pedir peras al olmo en el caso de que su partido gane las elecciones. No habrá dinero para mejorar la Seguridad Social. Y Gyula Horn ha dicho repetidamente que querría un acuerdo tripartito sobre el modelo español de los pactos de La Moncloa. El programa socialista, comprometido a fondo con la economía de mercado, prevé una disminución de impuestos, la aceleración del estancado proceso privatizador e incentivos para los inversores extranjeros que creen puestos de trabajo en Hungría, con un paro que ronda el 13%. Hay expertos que consideran este bosquejo más liberal en algunos aspectos que la política económica de la coalición gobernante.

El votante medio, de creer las encuestas de las últimas semanas, asocia menos a los comunistas reformados del Partido Socialista con los horrores de los años cincuenta que con el relativamente apacible "comunismo del goulash ", como llamó Nikita Jruschof al peculiar modelo de socialismo que hizo de Hungría un país habitable en los años setenta y ochenta, cuando no lo eran sus vecinos igualmente sometidos a Moscú.

Esquizofrenia política

Al final, la esquizofrenia entre pasado y presente político se ha convertido en el banderín de enganche de la votación de hoy. Nadie en Hungría quiere reconocerse comunista o ser asociado de alguna forma con el comunismo, pero la realidad cronológica es implacable. Y como decía irónicamente la semana pasada Gyula Horn, harto de que le restregaran su pasado, "no he encontrado a un solo político húngaro que haya nacido después de la primavera de 1990".El asediado Horn estudió en la URSS y formó parte de los voluntarios que ayudaron a los tanques soviéticos a reprimir la insurrección popular de 1956. Pero el líder socialista, de 61 años, es hoy el personaje más popular del país después del presidente Arpad Gonz y los húngaros parecen más inclinados a recordarle como ministro de Exteriores en 1989, cuando contribuyó a la caída del muro permitiendo que los alemanes orientales pasaran a Austria y a la libertad.

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