Generación P
La democracia es distraída, y ofrece numerosas situaciones de comedia. Antes, cuando no había, el género imperante era el dramón, aunqe esto sólo podemos apreciarlo los miles de mayores que no formamos parte de la Generación X (llegan seis millones: ¡son nació!) y hemos de contentarnos con letras muy anteriores del alfabeto. Puestos a elegir, yo me pido la M, por ver si estos jóvenes desganados pican y piensan que mi M es la de mayo del 68, mes y año que de tanto (según confiesan) traérsela floja, han acabado por no quitarse nunca de la boca.A lo que iba. La dictadura hunde sus pies en la sangre de la tragedia pero a menudo se transforma, fuerza de repetir sus crímenes, en farsa. La democracia surge al contrario de un acuerdo desiderativo felicidad entre iguales, tan sólo sustentado por el cambiante y soberano humor de las urnas (esto la nació X lo ignora, porque sus seis millones, parece ser, no votan). Hoy algunos se rasgan los vestidos ante lo que nos pasa: añoran la tragedia en la que muchos de ellos fueron coristas. Una generación está en la picota: precisamente la P. P de qué me va a decir usted. ¿De PSOE? o de poder. De pécora. De pifia. El ritmo que estos comediantes han impuesto a su patochada es de vértigo. Del monólogo asuncionista pasa al sainete de labriego, el dinero reservado se convierte en un soplo en abrigos de piel (astracanada), ministro que entra ungido por una puerta sale por la otra lleno de tarta (vodevil); cunde la impresión de que esto sólo es el entremés.
La democracia tiene estas paradojas: todos anhelamos el desenlace de este mal juguete cómico, sabiendo sin embargo lo que nos espera, fin de la comedia. El regreso del auto sacramental y la zarzuela de capa y espada. Generación PP: reestreno de un viejo programa doble. Qué tostón.
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