Niños que vivían a 200 kilómetros de Chernóbil se recuperan en España
Las radiaciones nucleares han marcado a estas víctimas para toda la vida
No tienen la cabeza calva, ni profundas ojeras alrededor de los ojos. No ofrecen una imagen dramática. Yelena, Igor o Anna trotan como cualquier niño. Su estancia en la sierra madrileña tiene aire devacaciones pero es, en realidad, otro episodio de una dura lucha. Han pasado casi la mitad de su corta vida entre el quirófano y el hospital. Llegaron, con otros 41 compañeros entre los seis y los 16 años, de Bielorrusia. Son algunos de los miles de niñosenfermos por el estallido de Chernobyl, la catástrofre nuclear civil más importante de la historia. Vivían a 200 kilómetros de la central. Hablan con naturalidad de leucemias o glaucomas y su médico advierte: "No soportan que les muestren lástima".
Nada más llegar a Madrid, Serguei, de 14 años, de ojos azules y nariz puntiaguda, escondió debajo de la cama el bastón que utiliza para andar. "Así juego mejor", explica tímido encogiéndose de hombros.Serguei viene de Gomel, a 150 kilómetros de Chernoby1, y es uno de los pocos, en el grupo que ha venido a Madrid, en los que la enfermedad ha dejado cruelmente sus huellas: un fibroma en la cadera le ha marcado con una cojera imposible de disimular. Serguei enfermó a los ocho años y, desde entonces, ha pasado seis veces por el quirófano. Su caso, sin embargo, no es el más grave.
En la mayoría, el enemigo no se ve, pero aflora en la naturalidad con la que pronuncian las palabras leucemia, fibroma o glaucoma o cuando Igor -nueve años- responde: "Sé perfectamente por qué estoy aquí". "Empecé a toser y a tener mocos y me sentía mal. Me llevaron al hospital y me encontraron algo", cuenta. "Me llevaron a otra ciudad y me observaron. Me hicieron una punción de hueso y me pusieron suero. Estuve un año en el hospital".
Igor está en constante observación. Ese algo que le encontraron es leucemia y su caso es uno de los cuatro más graves entre los 44 chavales -16 chicas y 28 chicos- que han venido a Navacerrada, a 60 kilómetros de Madrid, invitados por la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Permanecerán en España dos meses. Varios especialistas españoles les han realizado nuevos análisis y la asociación intentará conseguir tratamiento a aquéllos que lo necesiten.
El accidente nuclear de Chernobyl en 1986 es parte de sus vidas. Y, sin embargo, las ciudades de las que provienen estaban a 200 y 300 kilómetros de la central nuclear. En la región de Gomel, por ejemplo, los casos de leucemia infantil han aumentado entre un 15% y un 25%. En Bielorrusia viven en zonas contaminadas unos dos millones de personas, entre ellos 800.000 niños. "El mayor problema ahora con las víctimas es financiero", explica el médico bielorruso que acompaña al grupo, Alexander Gavrilchic, jefe del Dispensario Oncológico de Bobruisk. "No hay dinero para determinados tratamientos, ni para hacer análisis con la frecuencia que quisiéramos", revela. "Nuestra mayor preocupación aquí es que puedan comer alimentos no contaminados y que respiren un aire libre de radiaciones", continúa. La otra batalla es la de mantener a raya la tristeza. "Es un equilibrio dificil", explica.
"Juegan, pero de pronto lloran y, a veces, cuando les preguntas por qué e intentas alentarles, te espetan bruscamente: 'Claro, tu no tienes leucemia".
La despreocupación que muestran puede engañar a primera vista. Pero las pastillas de quimioterapia que Igor, por ejemplo, toma en dosis diarias y semanales son un recordatorio al final de cualquier jornada. Igual que a Igor, a Yelena, de ocho años el médico tampoco le quita ojo. Un análisis semanal va dando cuenta del estado de sus defensas.
Sus rizos rubios no han tenido tiempo de crecer mucho desde que terminó las sesiones de radioterapia y quimioterapia hace pocos meses. Todo está en conexión con los responsables de la AECC y con los especialistas españoles que han revisado sus casos, en colaboración con el hospital Doce de Octubre, para que en cualquier momento puedan ser ingresados si el mal se agudiza.
"He venido a mejorar mi salud", dice Anna, de siete años, rubísima y pizpireta, aunque no explica por qué. "Aquí el sol es más amarillo", dice. Sólo tras un silencio añade, mirando de soslayo: "Bueno, es que estuve en el hospital, con mi madre, cuando era muy pequeña-". Anna padece un linfosarcoma. Fue operada dos veces y sometida a seis sesiones de quimioterapia. Su mal está en remisión y su deseo es ser médico "para curar a los niños".
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