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EE UU aleja el rencor y destaca de Nixon su ansia de grandeza y su ambición

Antonio Caño

Es difícil imaginar Estados Unidos sin Richard Nixon, protagonista de medio siglo de la historia de este país. Es difícil también predecir el espacio que la memoria colectiva le reservará a este controvertido personaje. Pero, *en la despedida final del célebre presidente norteamericano, EE UU ha demostrado ser un país práctico y con reflejos, que no se pierde en resentimientos inútiles, sino que sabe aprovechar de Richard Nixon -a quien nadie puede ya corregir los errores cometidos- lo mejor para los estadounidenses de su legado: su incontenible ambición personal, su perseverancia en la tarea política y la visión de grandeza de su país.

En el momento en el que se daba sepultura a su cadáver el miércoles en la californiana noche de Yorba Linda, su ciudad natal, EE UU despidió a Nixon con respeto y con admiración, Podían haberse recordado de él los bombardeos de Camboya y Vietnam, las listas negras de sospechosos comunistas, el Watergate, y enterrarle entre el desprecio y la vergüenza. No fue así. El país decidió que los 20 años transcurridos desde esos funestos episodios eran ya mucho tiempo -casi una décima parte de toda la historia de esta nación- y que era mejor despedir a Nixon con el honor que merece una figura histórica.Por eso, miles de personas pasaron durante todo el día frente a la capilla ardiente instalada en la biblioteca de Nixon. Y por eso el presidente Bill Clinton, los cuatro ex presidentes vivos; y decenas de políticos norteamericanos, conservadores y liberales, se empeñaron en destacar al Nixon que aporta al desarrollo de esta sociedad, no al que la atemorizó, manipuló y desprestigió. También a John Kennedy se le perdonaron muchos errores para elevarlo a la gloria de la que hoy disfruta su memoria.

"Cometió errores, y ellos, como sus éxitos, son parte de su vida y de su historial. Pero la lección perdurable de Richard Nixon es que nunca dejó de formar parte de la acción y la pasión de los tiempos", dijo Clinton en su discurso oficial en el funeral celebrado junto a la modesta casa desde la que el hijo de un tranviario salió hace 50 años para convertirse en el 37º presidente de Estados Unidos.

El periodista de The New York Times R. W. Appel Jr., que hoy es jefe de la oficina de este diario en Washington, y que en el pasado fue corresponsal en Vietnam y en la Casa Blanca durante los años del Watergate, lo puso de una manera más clara aún: "Alguna gente cree que esto no es más que una explosión de hipocresía. No, lo que sucede es que en 1994 los errores de Nixon son la excepción, no la regla, como eran hace 20 años".

Henry Kissinger, el más conocido colaborador de Nixon, destacó un consejo que su jefe le dio en una ocasión y que ha seguido toda su vida: "El precio por hacer las cosas a medias es el mismo que por hacerlas del todo. Así es que hay que procurar terminar lo que se inicia".

Tal vez la visión más ajustada al personaje al que se despedía la dió uno de los hombres que mejor lo conoció, el general Vernon Walters, que trabajó como asesor en la Casa Blanca durante los años de Nixon, y que es famoso, entre otras misiones relacionadas con España, por haber servido de intérprete en la conversación que el entonces presidente norteamericano sostuvo con Francisco Franco en Madrid en 1970. "El viejo debe estar mirando hacia abajo y saboreando esta deliciosa revancha", comentó Walters al observar el gran acontecimiento que se vivió en el acomodado, conservador y blanco condado de Orange.

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