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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El desenlace

ESTÁ LA economía española, y el país entero, muy necesitada de confianza, y por eso es tranquilizador que la crisis del sistema financiero, puesta de manifiesto por la intervención en Banesto, se haya resuelto con rapidez y siguiendo las pautas de limpieza y eficacia. El desenlace disuelve algunas sospechas lanzadas en su día con una clara intención deslegitimadora de la intervención, e ilumina retrospectivamente la coherencia de las opciones elegidas por el Banco de España de entre las no muy numerosas disponibles el 28 de diciembre. Por lo demás, la desembocadura parece confirmar que el camino seguido para llegar a ella ha respetado los criterios de transparencia, mínimo coste -en dinero público- y búsqueda de la máxima estabilidad en el sistema financiero exigibles para el buen fin de la operación.Las reglas del juego establecidas tendían a favorecer que, una vez cumplidas determinadas condiciones, el criterio decisivo fuera el precio. La cantidad ofertada por el Santander, más de 313.000 millones de pesetas, supera significativamente las expectativas existentes, es también superior al valor teórico del banco -su valor neto patrimonial- anticipado por su presidente e incluso a su valor en Bolsa horas antes de que se hiciera público el resultado de la subasta. La distancia entre la oferta ganadora y las otras dos concurrentes elimina, en principio, cualquier sospecha sobre falta de objetividad en la adjudicación.

Si cualquiera de los candidatos reunía las condiciones de solvencia y capacidad de gestión necesarias, el Santander era el más rentable y saneado de los tres -no estaba en proceso de digestión de fusiones anteriores- y su red de oficinas era relativamente complementaria con la de Banesto. Pero si el Santander ha ofertado muy por encima de los otros dos es probablemente porque Botín no sólo adquiere un banco, sino un equipo gestor de indudable garantía. Ello plantea algunos problemas de lealtad entre competidores, que empezaron a manifestarse ayer mismo cuando el BBV reclamó a los gestores cedidos en su momento a petición del Banco de España para la primera fase de salvamento. La diferencia entre la oferta del BBV y el Santander puede también ser interpretada como el pago por este último del coste de oportunidad de alcanzar el primer puesto de la banca española, que ocupaba el otro.

Con este desenlace culmina, bien que por caminos diferentes al previsto, el proceso de concentración de la banca española auspiciado desde el Gobierno hace algunos años. El antiguo panorama de los siete grandes privados y una miríada de pequeños bancos públicos se ha visto sustituido por un esquema de cuatro privados y uno semipúblico en proceso de privatización: a la larga, cinco grandes con capacidad para competir en el mercado abierto europeo. De los tres candidatos, el Santander era precisamente el más dinámico en operaciones internacionales -el 42% de sus beneficios tiene ese origen-, y su especialización sigue siendo la banca comercial. La decisión de desprenderse de lo que queda de la Corporación Industrial de Banesto es consecuencia de esa prioridad, pero la coyuntura no es óptima para la venta, y es seguro que la rentabilidad del grupo se resentirá de la carga adquirida. El otro problema es la alta morosidad que incorpora al grupo. Con todo, el Banesto saneado con fondos públicos que adquiere el Santander no es el barco a la deriva que dirigía Conde.

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La disposición inmediata a vender la participación en medios de comunicación es una señal de la voluntad de los adquirentes de guiarse por criterios de rentabilidad, y no de autoprotección personal. Decisión especialmente coherente cuando la experiencia ha demostrado que un exceso de protección puede adormecer hasta tal punto las alarmas sociales que precipite al desastre a quienes más blindados se consideraban.

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