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Parte de guerra: sus quejas aparecerán en 'la papela'

Soledad Gallego-Díaz

Está claro que el Defensor del Lector de EL PAÍS no podrá escapar nunca a la maldición de las erratas y que en eso consiste buena parte de su trabajo. Año tras año, mes tras mes, este departamento recibe sus quejas y las transmite disciplinadamente a los responsables de los distintos servicios. El resultado, lamento decirlo, es casi nulo. Ustedes y yo tenemos la impresión de que quejas, cartas y llamadas telefónicas van a dar directamente al mar.Ya he explicado en otra columna que este periódico no tiene suficientes correctores para intentar acabar con la plaga. Y, por el momento, no existe ninguna garantía de que este problema pueda ser resuelto. Así que he decidido ofrecerles, por lo menos, la seguridad de que la Redacción de este periódico y la empresa que lo edita sabrán, día a día, página a página, de qué se quejan ustedes. La garantía formal de que sus quejas no van a parar a un cesto.

He propuesto al director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, y éste ha aceptado, que todos los jefes de área reciban personalmente un "parte diario" de la Defensora del Lector, dedicado exclusivamente a reseñar las erratas y errores detectados por ustedes. Eso no quiere decir que desaparezca esta columna dominical ni que este departamento se sumerja en un trabajo puramente interno. La columna seguirá tratando públicamente temas éticos y profesionales que puedan ser de interés general para todos los lectores.

La idea es conseguir que todos los redactores jefes y jefes de sección de este periódico tengan conocimiento diario de su irritación, con la esperanza de que ese conocimiento directo ayude a extremar el cuidado.

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El funcionamiento del periódico permite hacer esta tarea sin complicar en absoluto el trabajo cotidiano de la Redacción. Todos los días, a las once de la mañana, los redactores jefes y subdirectores se reúnen con el director o con el director adjunto para pasar revista a los temas previstos.

La secretaría de Redacción (Rosa María Rodríguez y Marina Canto) ha elaborado para esa hora lo que en EL PAÍS se conoce coloquialmente como la papela. Se trata de unos folios en los que cada sección anuncia lo que tiene previsto contar y que cada responsable de área está obligado a leer con atención. Creo que no sería nada complicado añadir una hoja (espero que resulte suficiente) en la que figuren los comentarios que remitan ustedes.

Imaginemos un "parte de guerra" como el siguiente:

1. El lector J. M. H. telefonea para preguntar si en EL PAÍS nadie estudió Ciencias en el bachillerato, conclusión a la que llega al advertir que tenemos "graves problemas a la hora de tratar con números". En la sección de Economía del pasado miércoles 20 de abril se publicó (página 60) que "la Bolsa Board of Trade de Chicago pagará una multa de 300.000 millones de dólares". A nadie le chocó esta apabullante cantidad, equivalente a la deuda exterior española.

En la página 58 del mismo día, prosigue el lector, se informa sobre la situación del sector siderúrgico español y se afirma que "la producción de acero en 1993 alcanzó la cifra de 122.960 millones de toneladas". Asombrosa cantidad, dado que en 1992 fue sólo de 12.295.000 toneladas.

2. Seis lectores de la Comunidad Valenciana exigen que se rectifique una falta de ortografía publicada el 19 de abril en primera página del cuadernillo local. El texto, a dos columnas, dice: "EU insta a los demás partidos ha explicar sus ingresos y gastos". La hache hiere la vista.

3. Aviso de M. R. D.: "Si se empeñan ustedes en escribir títulos en francés, por lo menos háganlo correctamente: no se escribe bon apetit, como figura en un titular del suplemento Negocios del día 17 de abril, página 14, sino bon appetit".

4. Reclama J. M.: "Ya sé que los editoriales expresan opiniones con las que se puede estar de acuerdo o no. Pero ¿serían tan amables de escribirlos correctamente? El día 20 de abril, el editorial titulado Coherencia represiva acababa así: "Contra más. fuerte se sientan...". Mal hecho. Lo propio es cuanto más...

5. Tres lectores de Zamora, J. R., R. D. y L. V., se quejan de que en las ediciones nacionales del 12 y 13 de abril apareció publicada la misma crónica taurina.

6. Un aficionado a la música lamenta que una crítica del 13 de marzo afirmara: "Haydn dice siempre mucho en su sinfonía número 38, Praga". Según él, quien siempre ha dicho mucho en esa sinfonía es Mozart.

7. Suplemento de Madrid, día 16 de marzo. Foto de unos jóvenes jugando a la puerta de un colegio. El pie de foto asegura que se trata de estudiantes de quinto de EGB. "O la nueva generación está muy desarrollada o, por el contrario, estos estudiantes están muy atrasados. Los alumnos de quinto de EGB suelen tener 11 años. Los de la foto deben andar por los 15 o 16".

8. Un lector aficionado a los deportes se queja de que el suplemento del pasado lunes día 18 incluya entre sus previsiones el maratón de París y no diga palabra del que se celebrará esa misma semana en Madrid.

La Defensora del Lector no confía en que la amarga lectura de un parte cotidiano como éste evite que se produzcan erratas o errores, pero sí espera que ayude a disminuirlos. En cualquier caso, les comunico que esta medida entrará en funcionamiento el próximo lunes, y solicito su colaboración.

Quiero también dejar constancia en esta columna de un problema que no tiene que ver con las erratas, sino con la atribución de fuentes.

El miércoles 23 de marzo, este periódico publicó una información en la que se recogían párrafos de un libro de Julio Feo sobre el uso de fondos reservados. El profesor de Sociología de la Universidad de Santiago de Compostela Miguel Cancio me advierte que fue él quien primero nos llamó la atención sobre ese libro y sobre esos párrafos en concreto, sin que su nombre apareciera publicado, como hubiera sido lo correcto. Me parece justo que la atribución de fuentes se haga de forma rigurosa, incluso cuando se trata de casos como éste.

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