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Entrevista:

"Una buena mirada lleva en sí misma una buena dosis de amor"

Una semana después del estreno de Canción de cuna, José Luis Garci explica con alivio la reacción del público ante esta historia arriesgada y dificil. "No sólo el día del estreno, la gente en los cines está aplaudiendo la película", dice.Pregunta. Hay una secuencia especialmente emotiva en su película. La madre superiora (Fiorella Faltoyano) se encuentra a solas con el doctor (Alfredo Landa) y entonces ella le mira, y le dice que hay que saber mirar para saber amar.

Respuesta. No, dice: "Saber mirar es saber amar".

P. Explíqueme qué significa eso.

R. Yo me planteé esta película como una película de miradas. Quería hacer una película de miradas, de planos medios; a mí me encanta utilizar los planos medios en los melodramas porque tienes el rostro en un lugar preferente, pero luego puedes tener una mesa o un trozo de cielo.

P. Lo que quería era saber qué significa esta frase.

R. De alguna manera, siempre he pensado que una buena mirada lleva en sí misma una dosis importante de amor. Cuando tú miras a alguien de verdad, entonces es que quieres conocerlo, profundizar, compartir. Si te fijas en el cine, cuando hacen primeros planos, la gente nunca se mira a los ojos, miran la mirada. Y a ti te habrá pasado alguna vez cuando has estado con una chica y te preguntas cómo tenía los ojos, si eran marrones, color miel, verdes, porque no le has visto los ojos, has visto la mirada. Lo que fascina es la mirada.

P. Usted ha dicho que Canción de cuna surge de sus recuerdos de infancia. ¿Por qué la ha hecho ahora?

R. La verdad es que es una película que me daba miedo, y si la he hecho ahora es porque trabajar en televisión [Garci ha realizado la serie Historias del otro lado] me ha dado mucha seguridad. Yo creo, que se aprende trabajando y, de hecho , esta serie me ha permitido adquirir mayor oficio. Y del oficio viene la seguridad, y de la seguridad viene la sencillez: poner menos énfasis en las cosas.

P. Pero, ¿quería hacer esta película simplemente para reconstruir ese mundo conventual o había la intención de transmitir algo concreto a través de ella?

R. Yo quería hacer una película para que la gente se sintiera bien, se sintiera contenta. El cine, decía Azorín, debe producir sosiego. Es necesario poder sentarse en una butaca cuando se está cansado y poder tranquilizarse. Entonces yo le digo al espectador: "Siéntese usted en una butaca, yo no le voy a empezar la película de una forma estridente, la voy a empezar con unos pajaritos, un amanecer, un claustro". En la película hay planos que duran cuatro minutos, y es que cuando no hay movimiento se ensanchan los sentidos, y es como el fluido de un río o las llamas en la chimenea. Esa especie de poder hipnótico es lo que quería hacer.

P. ¿No sintió ante esta película el horror de que estaba acertando fundamentalmente o equivocándose fundamentalmente?

R. Yo tenía el miedo de no cogerle el punto a la película, lo que pasa es que con los años adquieres mayor paciencia, no experiencia, sino mayor tranquilidad, menor impaciencia.

P. ¿Paciencia para qué?

R. Paciencia para decir: "Esta película la tengo que llevar a este tempo, a este ritmo, y no puedo ni por un momento estar pensando en si será lento, si se aburrirá la gente, o si será este el ritmo adecuado". Yo creo que sí lo es, y me la juego con este ritmo adecuado. El miedo lo tuve cuando empezaba, y no era miedo al fracaso. He tenido un privilegio, que es el de hacer la película que quería hacer. Podía haber optado por hacer El crack 3, pero ya han pasado muchas cosas en mi vida, en la mía y en la de la gente que ha pasado por mi vida y que ya no está. Y me dije: "Ya estamos en el quinto rollo de la película, vamos a hacer por una vez lo que queremos".

P. El melodrama es un género siempre al borde del precipicio, pero en esta película esta sensación es continua.

R. Continua, no. Esto es un abismo, estás siempre en el abismo.

P. Y ¿cómo está convencido uno de que no cae en el abismo?.

R. Creo que convencido de que no te has caído no lo estás nunca, pero en principio hay una manera, que es hacer lo que sientes y, como haces lo que sientes, pues sigues tu impulso, y luego vas añadiendo las potencias del alma, junto con el tabaco, la soledad y esas cosas maravillosas que tenemos los seres humanos.

P. Ha sido acabar la película y empezar a triunfar el gregoriano, la música religiosa.

R. Cuando rodamos en el monasterio de Silos, el último día vino el padre Agustín y nos dijo lo del disco de platino. Y, yo, en broma, dije que estaba haciendo cine gregoriano.

P. ¿Y cómo interpreta toda esta fiebre espiritual?

R. La interpreto como que hay una sociedad distinta de la que todos conocemos. Para analizarla, deberíamos tal vez buscar a los sociólogos, y de la misma manera que sabemos cuántas veces nos duchamos a la semana, deberíamos saber si hay una espiritualidad light, no en el sentido de que no sea buena, sino de que no sea coñazo, como la que teníamos nosotros.

P. Su película está llena de personajes buenos.

R. Eso es estupendo. Creo que es una película para gente buena. Yo les decía a los actores: "Vamos a intenta¡ ser durante cinco semanas personas buenas, luego ya volveremos a ser hijos de puta como fuimos siempre".

P. Pero, ¿queda gente así?

R. Sí, queda gente así. Yo creía que no, pero hay gente así. Es que hay gente muy buena, la gente de Médicos sin Fronteras es muy buena gente, lo que pasa es que no los conocemos. A mí, al principio me decían que era una película de monjitas, pero cuando se estrenó llegaron las monjas de Ruanda, y la opinión de la gente cambió.

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