La soledad del "sprinter"
No sólo el corredor de fondo se queda solo. También el sprinter.
Según nos cuenta la teoría de la relatividad, para los tripulantes de una nave que viaja a gran velocidad, el tiempo transcurre más lento que para el fulano que queda en tierra. Así, nuestros gobernantes, catapultados en la nave del éxito, vivían una realidad distinta a la de sus ciudadanos. Desde su cápsula contemplaban el mundo ajenos a las pequeñas miserias cotidianas. Guiados por mundanales espejismos, los muchachos que venian a cambiar el mundo no resistieron mucho tiempo las tentaciones que sus falsos compañeros de viaje les mostraban desde la cima.
El mundo siempre ha sido de los mismos, y aunque de vez en cuando dejen aproximarse a los advenedizos para mirar a través de la ver a, e incluso les inviten a visitar el jardín, nunca les van a permitir instalarse en él. Así, tantos paseos, sueños, reuniones, negociaciones, cenas, recepciones, embajadas, intrigas, homenajes y autocomplacencias en inmensos salones de riquísimos tapices, perdieron a los alegres chicos de la pana en la espiral de la caracola. Les hicieron creer que eran los dueños de la finca, cuando estaban allí de encargaos. Se dejaron llevar por el canto de sirenas y tenores huecos que acunaban su siesta, y declararon la guerra a todo el que desafinara por la izquierda. Aunque ignoraban la crítica que les hacía la derecha, la respetaban por considerarla parte del. trabajo al que toda oposición está obligada. Sin embargo, cayeron víctimas de una fobia irracional a la menor crítica que procedía de la izquierda. Claro está que no se compra ni se vende el cariño verdadero, y todos los compañeros de aventuras, grupos de presión y simpáticos palmeros que convertían su entorno en jaima de sultán, se han esfumado. En estos momentos son los que más disfrutan de la descomposición.
Tampoco encuentran consuelo en aquellos que alejaron de su lado en el Congreso, unas veces a gritos, otras con chistes crueles y, cuando fue preciso, a golpes de Puma 40. (Que dicho sea de paso tiene un nombre más acorde a un profesional de la sección de contactos de diario vespertino que a un policía).
En fin, se han quedado solos como estaba anunciado, y tal vez se lo hayan ganado a pulso, pero algunos no nos deleitamos como los buitres, sino que nos echamos las manos a la cabeza pensando: "La que nos espera".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.