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El GIA pidió ayuda en un monasterio

Sayah Attia, máximo responsable de la matanza de los ciudadanos croatas, exigió a los monjes de Tamesguida asistencia médica

Los monjes cistercienses de Tamesguida no olvidarán nunca la última Navidad. Cuando resonaban aún las notas del réquiem por el alma de los 12 vecinos, ciudadanos croatas, degollados por el Grupo Islámico Armado (GIA), el máximo responsable de la matanza, Sayah Attia, llamó aí la puerta de la comunidad cristiana, situada a cuatro kilómetros del lugar de los hechos. Los recuerdos de aquel encuentro fluyen de manera incontrolada, tras el anuncio, el pasado sábado, de la muerte del dirigente integrista.El emir del GIA, el señor de las montañas de Medea, el temido veterano de la guerra de Afganistán, apareció ante la puerta del monasterio cisterciense de Nuestra Señora del Atlas, flanqueado por un reducido grupo de hombres armados. Buscaba ayuda para sus heridos. Pero reclamaba en especial la entrega de un monje conocido en los parajes por sus tratamientos médicos. Exigía que lo acompañara hasta su refugio.

El reloj de la comunidad cristiana de Tamesguida se detuvo por un instante. La historia retrocedió 30 años, cuando un comando del Ejército de Liberación Nacional (ELN) pidió la ayuda del mismo monje para curar a sus heridos tiroteados por las fuerzas coloniales francesas. Entonces como ahora, las gargantas de la Chiffa, a poco menos de un centenar de kilómetros al sur de Argel, se habían convertido en el inhóspito pero seguro refugio de la guerrilla, y desde los peñascos se hostigaba con impunidad el paso del Ejército y de las fuerzas de seguridad.

El prior de la comunidad se negó a las peticiones de Sayali Attia, argumentando que el monje, octogenario, no tenía edad para aquellos trotes. Se le facilitaron medicamentos, pero se rechazó otorgarle cualquier otro tipo de ayuda. El señor de la guerra se marchó resignado y se perdió entre los bosques.

No era ésta la primera aparición de Sayah Attia en Tamesguida. El ermitaño que vive algunos kilómetros más allá, también aislado en los montes, criando abejas, tampoco podrá olvidar las reiteradas visitas en petición de ayuda de Sayah Attia y la de sus hombres.

Esa visita, la de la última Navidad, provocó el desasosiego en la comunidad. La angustia e inquietud han hecho que los religiosos se planteen la posibilidad de abandonar el monasterio.

Si llega el éxodo, el convento habrá cumplido justo seis décadas de existencia. Este templo y la comunidad fueron fundados el 7 de marzo de 1934, gracias a las limosnas recogidas entre los fieles de la abadía de Nuestra Señora de Delivrance, en Rahjenburg, en la diócesis de Maribor, en la actual Eslovenia. El núcleo inicial lo formaban 12 monjes.

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El testimonio del paso de Sayali Attia por Tamesguida permanecerá imborrable en la memoria de esta comunidad cristiana, pero también quedará reflejado en un documento redactado por el prior de los hermanos titulado Si nosotros nos callamos, las piedras del río gritarán, referiéndose a un versículo de la Blibia, pero al mismo tiempo al lecho del arroyo, que se convirtió en el matadero donde fueron degollados los 12 croatas por el simple hecho de ser cristianos.

El documento, en el que guarda un hermético silencio sobre la visita de Sayah Attia la pasada Navidad, es un alegato contra la violencia, pero al mismo tiempo un grito de esperanza sobre la posibilidad de concordia y diálogo entre la comunidad musulmana y la cristiana. Para dar testimonio de esta convivencia, explica una anécdota inédita de la matanza según la cual un ciudadano bosnio, de religión musulmana, escondió y salvó la vida de dos croatas cristianos.

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