Socorro
Olvídense del Bronx y de Harlem. Una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer en Nueva York es cruzar Times Square por la calle 42, tratando al mismo tiempo de leer los periódicos españoles que, con un día de retraso, llegan a esta ciudad repletos de informaciones hediondas.El cruce en este punto, en la intersección de Broadway con la Séptima Avenida, requiere por sí solo la concentración de un lama y la constancia del Dr. Kimble. Si, encima, vas leyendo lo de Mariano, Roldán y toda la basca, alcanzar la parada del autobús merecería que allí te estuviera esperando Guille Clinton para concederte la Insignia Roja al Valor.
"Desmoralización", leo. "Felipe González se enfrenta a la mayor crisis institucional de su mandato". Aquí quisiera verle yo, tratando de que los policías del puesto de vigilancia -con letrero de neón rosa puticlub- no me confundan con una hispana indocumentada. "Roldán manipulaba los concursos de obras de la Guardia Civil". ¡Collons, el bache! Acabo de darme de morros en el socavón orientado al sureste y tengo que forcejear con un par de matronas del Ejército de Salvación que quieren aprovecharse de este mal momento para salvar mi alma. Ánimo, sólo me queda sortear a un individuo de aspecto avieso que contempla con glotonería mi bolso, y al de la Oficina de Reclutamiento, que se parece a Ernst Borgnine y quiere mandarme a recibir fuego amigo a cualquier parte. Pero no es fácil.
Estoy demasiado estupefacta leyendo que "el Gobierno admite que se le ha ido de las manos la corrupción". Miro a mi derecha y, horror, es el autobús, pero parece la corrupción, que viene a toda leche y encima no para.
Jesús, qué días.
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